Inmigración/ Identidad nacional y lengua
La inmigración italiana. Vínculos entre la problemática de identidad:
nacionalidad y
representaciones de la lengua.
Esp. Fulvia Gabriela Lisi - Esp.
Rafael Gutiérrez
Esp. Alicia Tissera de Molina-
(Ciunsa – Fac. Humanidades –
U.N.Sa.)
Introducción
En este trabajo presentaremos los principales referentes
teóricos que estamos empleando para el análisis interdisciplinario de los
procesos sociales y lingüísticos de construcción – reconstrucción del fenómeno
inmigratorio italiano a la
Argentina , en modo particular en el área Noroeste del país,
en Salta, y que ha contribuido no sólo a dar una nueva configuración a la
sociedad local sino también una nueva imagen al país.
A tales efectos, será necesario en primera medida vincular
a los esquemas identitarios la cuestión de la nacionalidad. El problema es
complejo, en cierta medida contradictorio, pues no atiende solamente a la
inserción de los inmigrantes italianos en la Argentina sino que se
enfrenta con la propia identidad de los inmigrantes italianos, que ya está
fragmentada debido a que los regionalismos estaban fuertemente radicados
mientras que tanto su identidad nacional como la de los mismos argentinos
estaba en proceso de formación.
Referentes
teóricos
Para atender a la
relación entre política inmigratoria y lingüística hemos seguido el estudio que
sobre el tema ha realizado Ángela Di Tullio (2003). La autora plantea que hacia
mediados del siglo XIX, la sociedad argentina está en plena construcción,
relacionada con las circunstancias históricas que la afectan y cuyos proyectos
manifiestan las posiciones de aceptación o rechazo de la sociedad receptora
frente al aluvión migratorio: mientras una favorece una política inmigratoria
de acuerdo con los postulados de Alberdi, Avellaneda y Sarmiento y que busca la
integración de estos grupos heterogéneos a la vida activa de la nación; la otra
pretende deseuropeizar a los inmigrantes mediante políticas de corte
nacionalista, con un proyecto educativo que busca inhibir la enseñanza de las
lenguas inmigratorias. Esto constituye la primera política lingüística en la
historia del naciente estado argentino. La polémica entre ambas políticas
frente a la inmigración se desarrolló a partir de tres cuestiones: la de la
nacionalidad, la del idioma y la inmigratoria, e involucra la cuestión de la
identidad colectiva[1].
La cuestión de la nacionalidad
El concepto de nación,
que es tan importante para la conformación de los estados modernos, no es
unívoco sino que contiene la polémica de por lo menos tres sentidos o
definiciones: la definición esencialista: por la que la nación existe
previamente a su organización política por el conjunto de rasgos culturales
distintivos (tradiciones, prácticas sociales y lengua); la definición histórica
sostiene que la nación es una unidad soberana y autónoma mientras que la definición
política dice que la nación es un conjunto de instituciones y ordenamientos
jurídicos.
El primer criterio concibe a la nación como una entidad
ahistórica objetivamente definible ya que las condiciones étnicas son las que
determinan su existencia como realidad que se impone a los hechos históricos.
Son considerados rasgos esenciales que a posteriori funcionan como
justificación afectiva de la creación de un Estado autónomo. Es el nacionalismo
el que engendra las naciones y no a la inversa.
Desde el punto de vista del analista podemos afirmar que
los sentimientos que definen la identidad nacional no surgen espontáneamente,
sino que requieren una cierta dosis de manipulación. Para ello, el nacionalismo
recurre a los elementos de artificio, de invención y de ingeniería social, que
intervienen en la construcción de las naciones. Con lo que se corrobora que
esta identidad colectiva no es, pues, un dato de la realidad. La nación concebida
como una comunidad imaginada (Benedict Anderson) supone la intervención de
agentes que, frente a determinadas necesidades objetivas, actúan con el
propósito de crear y reforzar en el imaginario colectivo las referencias
identificatorias. El nacionalismo inventa e impone este tipo de elaboraciones
simbólicas a través de varios mecanismos como ser la manipulación del pasado a
través de mitos; la creación de representaciones – imágenes, símbolos y ritos-
que condensan y despiertan sentimientos -por ejemplo exaltación de la lengua
nacional como forma privilegiada de expresar la identidad colectiva- y la conformación
de una cultura pública común, expresada en prácticas sociales que se basan en
acuerdos sobre los valores y las pautas que han de regir la convivencia.
En la base de la construcción de la nación, la identidad
nacional y la adhesión que
provoca
no emergen a partir de un acto único y definitivo, sino que se consolidan a lo
largo de un proceso. El nacionalismo asume diferentes formas: desde el nacional
cultural de Ricardo Rojas -que propone la tradición como fundamento intelectual
y afectivo- hasta el nacional beligerante y agresivo -como el de Lugones- que
lo concibe en términos de lucha contra un enemigo.
La magnitud del “aluvión
inmigratorio” que arribó a la
Argentina a fines del siglo XIX fue evaluada como un problema
que provocó el temor de que la sociedad no estuviera en condiciones de
asimilarlo, no sólo por la exigüidad demográfica, sino también por su aún poco
definida identidad cultural. La definición de los fundamentos de la
nacionalidad argentina se enfrentó, a su vez, con la propia identidad de los
inmigrantes.
Entre los italianos la identidad
nacional no resultaba ni la única ni la más importante. Tal vez tenía
significación para la élite intelectual italiana o algunos inmigrantes del
Norte pero no para los analfabetos, cuyos referentes étnicos más importantes
eran las particularidades regionales y, más aún, microrregionales.
Esta competencia entre identidades
se da también en el plano lingüístico ya que el grueso de los inmigrantes
hablaba dialecto, en el mejor de los casos, el italiano regional y la élite el
italiano estándar[2]. El
proceso de unificación del italiano fue lento y dificultoso, recién en la
segunda mitad del siglo XX se impuso la variedad que ahora denominamos italiano
estándar.
Por otra parte, la cuestión de nacionalidad es un conflicto
provocado por sectores de la intelectualidad y del gobierno italiano: éstos
concibieron proyectos expansionistas respecto al asentamiento de sus
conciudadanos en Argentina. Otra visión- optimista la tenían algunos italianos
que veían que la realidad de los inmigrantes italianos en Argentina no era tan
promisoria. Esa imagen de inferioridad quedó cristalizada en la fórmula de
Mitre: “capitales ingleses y brazos italianos”, que organizaba una clara
jerarquía entre los extranjeros.
La cuestión del idioma.
La identidad lingüística proviene de
la lengua materna, no se elige, es la lengua con la que nos identificamos y con
la que los otros nos identifican. El conocimiento espontáneo, inconsciente,
intuitivo que el hablante nativo tiene de su lengua es cualitativa y
cuantitativamente diferente al de otras lenguas que se aprenda más tarde. La
formación de la lengua nacional obedece a razones socio- políticas. Su
capacidad simbólica se acrecienta por el prestigio que proviene de su condición
de unificadora, en términos internos, y de identificadora hacia fuera.
El imperativo de un estado monoglósico se basaba en el
supuesto riesgo de fragmentación que corría una nación en la que convivían dos
más lenguas. Los límites entre lengua y nación no coinciden necesariamente, de
hecho hay países como Suiza o Paraguay en los que hay más de una lengua
oficial. La formación de los Estados modernos impuso la estandarización de una
variedad, lo que significaba suprimir el plurimorfismo mediante la difusión de
una variante supradialectal a través de la educación pública y de los aparatos
burocráticos y tecnológicos. El ideal de un estado monoglósico, postulado por la Revolución Francesa ,
conllevaba la represión de lenguas o modalidades minoritarias –dialectos,
patois, jeringonzas- que se cargaron de connotaciones peyorativas. En nuestro
medio es evidente el desprestigio que tuvo el lunfardo largamente asimilado al
hampa y el cocoliche.
En tal sentido, la “lengua nacional” es, como la
nacionalidad, una construcción que se impone sobre la realidad lingüística
heterogénea con el propósito de crear un marco de referencia común necesario
para la administración y la cultura. Esta construcción parte de una base
ideológica que hace sentir la necesidad de contar con un instrumento superior
de comunicación, incitar a su conocimiento, a su conservación y por ello
demanda mecanismos de estandarización que se manifiesta a través de diversos
aparatos como el sistema educativo, la política de impresión y los distinos
medios de difusión masiva.
Por otra parte, el nacionalismo europeo del siglo XIX
confiere a la “lengua nacional” la función simbólica de representar la
identidad nacional. Como la pureza de la lengua es entendida como una condición
para preservar la identidad e integridad nacionales, se impone contrarrestar el
cambio y las interferencias de otras lenguas. En el caso argtentino se consolidó
una posición de equilibrio que aceptaba la pertenencia al mundo
hispanohablante, pero marcaba, a su vez, las diferencias de la modalidad
dialectal. Por otra parte, como ya digimos, la mayoría de los inmigrantes no
eran hablantes de lenguas nacionales estandarizadas: los dialectos italianos,
el gallego, el vasco, variedades vernáculas no lo suficientemente fuertes como
para resistir el embate de la política lingüística pergeñada para erradicarlas
llegaron en boca de los inimigrantes en su mayoría analfabetos. El español
aceleró el proceso de transculturación con la consiguiente pérdida de la lengua
migratoria.
La cuestión inmigratoria.
La dinámica de movimientos migratorios está vinculada a
motivos económicos, políticos, afectivos y condiciones de inserción en la
sociedad receptora. Esos motivos y expectativas a su vez actúan como factores
que facilitan, obstaculizan o condicionan el proceso de adaptación.
El migrante aprende a participar en
distintas actividades en el nuevo país; internalizar su cultura y a crear lazos
de solidaridad con nativos[3].
El éxito del proceso depende de no sólo de los inmigrantes, sino también del
peso que en la comunidad huésped se otorgue a las diferencias físicas,
lingüísticas y de grupo. En una sociedad moderna pluralista, el respeto por las
identidades individuales y de grupo permite la coexistencia y la valorización
de las diferencias. Por el contrario, para el nacionalismo conservador la
batalla consistía en preservar la identidad nacional común a través de la
eliminación de los rasgos diferenciales de las minorías. Este proceso no es
automático ni armonioso. Las diferencias culturales, las demandas de uno y otro
sector, la competencia por bienes escasos y la preservación de la seguridad en
el orden social generan actitudes hostiles hacia un individuo por el sólo hecho
de pertenecer a un grupo determinado. Actitu que se manifiesta en el prejuicio,
plasmado en un estereotipo, socialmente legitimado, que se construye a partir
de rasgos negativos que se asocian a un grupo determinado. Esa torpeza o rudeza
atribuida al inmigrante se evidencia en su deficiente manejo de la lengua de la
sociedad receptora; rasgo que interpreta como síntoma de inferioridad
intelectual.
1) La lengua aparece como uno de los
“factores objetivos” sobre los cuales se construye la idea de nacionalidad.
2) La lengua es sometida a intervenciones
de agentes dotados del poder de decidir, regulan la valoración de los productos
que se intercambian en el mercado lingüístico.
3) Pueden surgir campañas contra la
inmigración entendida como un factor disolvente de la nacionalidad y de la
lengua.
Por ello los nacionalistas apelan al argumento de que la
lengua nacional sufre un deterioro culpa de los “recién llegados” y, en proceso
de rradicación de esa interferencia disolvente, es la lengua del inmigrante,
junto con otros rasgos idiosincrásicos, la que se pierde en el proceso de
transculturalización.
De allí que se busque establecer a -partir de varios
estudios sociológicos e históricos- que la identidad italiana de los
inmigrantes se construyó desde la inmigración, desde la patria de acogida, en
el encuentro con otros italianos de otras regiones y con otros sujetos
culturales. Si bien en el área noroeste del país, como en Salta los italianos
forman grupos más pequeños, la intensidad del fenómeno migratorio no escapa a
la renovación sustancial étnica y lingüística que altera la disposición general
y tanto su referente social como el tejido lingüístico son heterogéneos y
extremadamente complejos.
Insrumentos de análisis menos prejuiciosos
Para analizar la relación lingüística entre la las
variedades que manejaban los inmigrantes y las de la sociedad receptora hemos
buscado concpetos abarcativos que permitan explicar el fenómeno restando
espacio al prejuicio social.
El ingreso de halantes de otras lenguas en la Argentina determinó la
aparición, dentro de una sociedad en plena mutación, de nuevas resultancias
idiomáticas, como consecuencias del contacto lingüístico.
Según Weinreich el desequilibrio que deriva de la
coexistencia de un grupo de inmigración y de otro nativo monolingüe asociado a
la jerarquización lingüística permite la acción de una lengua sobre la otra,
dando lugar a fenómenos de interferencia (Weinreich, 1974:3), concepto que
involucra "desviación" o “perturbación”. Pero si consideramos que los
sistemas están relacionados genéticamente, la transferencia es el resultado de
una conversión automática; los factores lingüísticos que tienen que ver con la
semejanza de formas, por un lado, y, por otro, con la capacidad del hablante de
mantener la identidad de las dos lenguas; con la tolerancia o no de las formas
consideradas "incorrectas"; con el grado de dominio de cada lengua;
con la actitud ante las mismas; con la distinción de funciones; con el modo de
aprendizaje. Y también otros factores extralingüísticos tales como la
homogeneidad y diferenciación del grupo, el "prestigio" social de
cada lengua, el carácter de lengua nativa o de inmigración, la actitud hacia la
cultura de cada una de las comunidades lingüísticas[4].
El resultado de la interacción es ese fenómeno que comúnmente se llama “cocoliche”.
Según Cancellier, (……) es un pastiche lingüístico, cómico e imprevisible[5].
Por todo lo expuesto, se plantean los siguientes
interrogantes: ¿es aplicable este término también al habla contaminada de los
italianos y sus descendientes inmediatos en Salta o es que el “cocoliche” se
debe circunscribir al área rioplatense? En consecuencia, en la región Noroeste
¿sólo se debería hablar de “interlengua”?
A la luz de las nuevas
investigaciones sobre las distintas situaciones de contacto interlingüístico e
interétnico hemos revisado algunas caracterizaciones teóricas para situarlo en
su justa colocación entre las lenguas en contacto. Para Cancellier (2003) el
“cocoliche” no es una jerga, porque
supone una extrema voluntad de comunicación e integración; tampoco es un dialecto, porque es un fenómeno mecánico
individual de confusión entre dos idiomas (L1 y L2), se produce espontáneamente
y suele desaparecer en la segunda generación; es un fenómeno típico y exclusivo
del hablante que quiere expresarse en la lengua extranjera; un conjunto de
isoglosas que se dilatan y reducen, es una lengua mixta y no se hereda; y
tampoco es sólo un lenguaje exclusivamente de los inmigrantes italianos.
Ampliándolo al fenómeno inverso, en doble perspectiva, se
refiere tanto al español corrompido por influjo de una base italiana, como un
italiano estropeado por influjo contrario de una base española. Abarca dos
ámbitos, tanto la interferencia del italiano sobre el español como la interferencia
del español sobre el italiano.
Conclusión de esta ponencia, inicio de nuestro trabajo
Ahora
bien, si se considera la lengua la manifestación más clara de la identidad
individual y social, porque es en el grupo donde el individuo coparticipa en la
creación de la lengua como lazo que vincula a quienes se encuentran en
sintonía, por consiguiente, cualquier alteración en la norma vigente será
interpretada como transferencia, no como desviación o perturbación. En los
actuales trabajos sobre contacto de lenguas, particularmente los que se refieren
a la situación de diglosia, se avanza
desde el concepto de interferencia al
de transferencia, por considerarlo mucho
más abarcador y completo[6].
En el presente estudio compartimos el criterio por cuanto
se hace hincapié en la producción oral más que en el sistema y se reconoce que
la acción de una lengua sobre otra no sólo tendría que dar como resultado una
desviación de la norma (transferencia negativa o interferencia), sino que
también puede favorecer la realización de algún rasgo de ésta (transferencia
positiva como convergencia); luego, preferiremos el término “transferencia”.
Bibliografía:
Cancellier
Devoto,
Fernando ( 2006), Historia de la
inmigración italiana, Buenos Aires, Biblios
Di
Tullio, Angela Lucía (2003), Políticas
lingüísticas e inmigración. El caso argentino, Buenos Aires, Eudeba
Martorell,
Susana
[1] Una identidad tiene un núcleo motivado y un margen más o menos amplio
de construcción. En cada individuo confluye una pluralidad de identidades: sexual,
religiosa, étnica, nacional y también lingüística. Cada una de estas
identidades lo identifica como miembro de un colectivo, formado por quiénes la
comparten y lo diferencia de los otros. Entre estas identidades se establecen
vínculos implicativos...(Di Tulio: 24)
[2] La variedad que actualmente conocemos como
italiano estándar tuvo su difusión a través de la escritura y en ello jugó un
papel fundamental la prensa escrita.
[3] Cuando los miembros del grupo inmigratorio se distribuyen participan
en las estructuras económicas, políticas, culturales, educativas como el resto
de la población- lo que supone que dejan de atenerse a las normas, valores,
conocimientos y roles desempeñados en la vieja sociedad-, pierden sus
características culturales distintivas: se han asimilado a la sociedad
receptora. (Di Tulio: 32).
[5] El apelativo tiene su origen en el naciente teatro popular rioplatense
de fines del Siglo XIX con un caricaturesco personaje llamado “Cocolicchio”. La
construcción estética del lenguaje de este personaje es una parodia del habla
de los inmigrantes por ello rápidamente se aplicó para designar el habla de los
inmigrantes italianos en su interacción con los miembros de la sociedad receptora.
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