El eternauta es la creación de Héctor Oesterheld y
Francisco Solano López que en 1957 cambió la historia de la historieta
argentina y, podríamos aventurar, de su cultura. No era la primera vez en la
ficción que los escenarios de la invasión extraterrestre estaban lejos de New
York o Washington, pero sí la primera que tenían una larga tirada y un
considerable impacto entre variados lectores.
Las entregas de las tiras que componen la historieta
duraron dos años, desde 1957 hasta 1959, con lo que la revista Hora cero
alcanzó una de sus más altos números de ventas. Con esa revista comenzó la
época de oro de la historieta argentina, tanto por la cantidad de ediciones, el
volumen de las ventas como por sus creaciones fundancionales.
Actualmente es uno de los referentes de la nuestra
cultura y en nuestra ponencia aventuramos que cubre el espacio de la epopeya
que los intelectuales de principios del siglo XX buscaban para dar cohesión a
la naciente cultura nacional.
El nombre de la ya clásica historieta no está dado por el
nombre del personaje principal, como pasa normalmente en el género, sino por su
sobrenombre. El mote en cuestión es JUAN SALVO, con una clara simbología, que a
lo largo de su peripecia se convierte en "El eternauta", "el
viajero de la eternidad", como lo bautiza "una especie de filósofo de
fines del siglo XXI".
Un género con sello nacional
La aparición de la historieta es relacionada,
generalmente, con el desarrollo de la industria editorial norteamericana. Todos
los investigadores del género ubican como primera historieta a “Yellow Kid”,
en el periodismo amarillo norteamericano; sin embargo la Argentina tiene su
propia tradición con sus orígenes en las revistas satíricas que surgieron en el
siglo XIX. Caras y Caretas, PBT y luego Rico Tipo son
títulos que ya forman parte de la larga memoria de la cultura nacional. El
humor gráfico -pariente cercano de la historieta- ya tenía vitalidad en el
siglo XVII y derivaba de los dibujos satíricos que ilustraban los escritos
desde la edad media. Como referencias sólo basta con recordar la escena de El
nombre de la rosa en la que los monjes detectives revisan los trabajos de
la primera víctima y hablan de él como un iluminador que ilustra los
escritos que satirizan a la jerarquía eclesiástica. En la Argentina del siglo
XIX hay varias revistas que participan de las disputas políticas y allí es
habitual la caricatura y el humor gráfico, con todas las características que
conocemos en la actualidad: la caricaturización de un personaje público de
turno y un breve diálogo inscripto al pie de la viñeta. “Goyo y Sarrasqueta”
surge en Caras y Caretas con la particularidad de que no se trata de la
representación caricaturesca de referentes externos sino de dos personajes
ficticios que, frente a la discontinuidad del humor gráfico, aparecían
regularmente, en más de una viñeta -o sea en tiras y dialogaban- no con notas
al pie del cuadro, sino en globos. En resumen, ya tenía todas las
características de la historieta que se desarrolló en el siglo XX.
Un lenguaje propio
Los historiadores del género coinciden en que la historieta
argentina comienza a desarrollar un lenguaje propio después de la Segunda
Guerra Mundial porque el conflicto ocasionó la interrupción de las
importaciones en muchos ramos, incluso de las tiras para los diarios y las
revistas. Ese proceso es claramente visible en la década del cincuenta, en la
que los creadores de ficciones comienzan a cambiar los escenarios o lo que
Sasturain llama "el domicilio de la aventura". Pero esa
transformación no es abrupta, todavía los personajes de creación nacional tiene
nombres anglosajones y se ubican en paisajes norteamericanos o europeos. Habrá
que esperar a que Rolo y luego Juan Salvo enfrenten desde las
calles de Buenos Aires la invasión extraterrestre para afirmar que la acción se
traslada definitivamente a un escenario nacional.
En El eternauta es interesante ver esa transición
en los dibujos de Solano López. Este dibujante es muy reconocido como un gran
creador de rostros y expresiones, y muy elogiado por la reproducción que hace
de Buenos Aires para esta historieta. A ese respecto, en una reciente
entrevista declara que no era mucho mérito documental porque los lugares que
representaba son los barrios donde creció y vivió mucho tiempo.
Decíamos a
propósito de El Eternauta que en sus dibujos aún se notan los
estereotipos propuestos desde los modelos norteamericanos. Por ejemplo Elena,
la esposa de Juan Salvo, perfectamente se corresponde con la imagen de la
esposa rubia de clase media norteamericana. En cuanto a la ropa no hay mucho
que objetar porque los dictados de la moda casual están dictados por los
yankees.
Viajero de
la eternidad
Las
referencias temporales explícitas en las dos versiones de Oesterheld se dan en
el momento final, cuando Juan Salvo está cerrando su testimonio ante el guionista,
ve un diario y pide confirmación de la fecha, entonces revela que lo que ha
relatado sucederá en un futuro no muy lejano - 1963- en relación con el momento
en que cuenta lo sucedido -1959-. En la segunda versión las fechas son 1969 y
1971, respectivamente.
El profético
relato que podría poner en alerta a los desprevenidos terrícolas queda
neutralizado porque “El eternauta” comprende que, por haber llegado a un tiempo
anterior al de los hechos que lo transformaron en un errante de las
dimensiones, puede recuperar lo que ha perdido. En esas tiras finales llegamos
a vislumbrar que toda la lucha y la peregrinación del héroe son los mismos objetivos
de Ulises: recobrar el hogar y la familia. Metas a las que ni la interposición
de fuerzas naturales ni sobrenaturales serán capaces contra la determinación del
héroe.
El viajero
de la eternidad sale corriendo de la casa del guionista que lo ha escuchado
hablar toda la noche, se dirige a su casa para encontrarse con la esposa y la
hija que le fueron arrebatadas en laberintos interdimensionales. El escritor
sale en busca de su atribulado personaje, cuando le da alcance el héroe ha
recuperado el paraíso perdido y -como en el relato de Kipling[1]-
semejante dicha le borra la memoria de sus peripecias anteriores. Sólo queda el
testimonio en manos de un creador de ficciones. Todo lo que dé a conocer no
podrá ser tomado como una advertencia profética, pero el guionista no puede
eludir su destino y construye el relato para poner en alerta al mundo sobre los
terribles acontecimientos que se avecinan.
Entonces el
relato se cierra con el paradójico y profético "¿será posible?" de un
perplejo testigo de una historia que lo desborda.
En busca de
la epopeya
El Gaucho
Martín Fierro
fue publicado por José Hernández como parte de su diatriba política o sea más
bien como un panfleto que como un texto con pretensiones literarias. Su
consagración como texto fundamental para la literatura argentina fue obra de
reconocidos intelectuales de principios del siglo XX que buscaban un referente
cultural que le diera cohesión a una sociedad que necesitaba parámetros comunes
para definirse ante una situación de crisis.
El ciclo de
conferencias de Leopoldo Lugones que luego publicó con el título de El
Payador fue fundamental en ese proceso consagratorio que no podemos decir
que haya sido forzado, pues hubo una identificación de la sociedad en su
conjunto con las historias relatadas y las peripecias de un personaje que
adquirió carácter emblemático.
La tarea de
Lugones se apoyó en su conocimiento de la cultura clásica greco latina y de la
historia de las formas poéticas hispánicas y criollas que le permitieron asimilar
la forma de los libros de Hernández a la de la epopeya clásica. Esa tarea, aún
cuándo fue discutida y refutada, no evitó que los dos libros sobre el ficticio gaucho
Martín Fierro fueran asimilados como referentes insoslayables de la cultura
nacional.
Algo similar
está sucediendo con El eternauta cuyo periplo no fue similar, ya que no
surgió en el campo de las disputas políticas, sino como un producto para el
entretenimiento de las masas.
En lo que
ambos textos coinciden, Martín Fierro y El eternauta, es que
ambos tuvieron una gran difusión entre los grupos sociales que trataban de
integrarse para constituir la nación argentina.
Entre fines
del siglo XIX y principios del siglo XX el país estaba recibiendo sucesivas
oleadas inmigratorias de diversa procedencia ante los cuáles los nativos
criollos, de distinta extracción social, se sentían amenazados y,
simultáneamente con el cambio en los modos de producción, el tipo de vida de
los gauchos representado por Martín Fierro desapareció, pero quedó en el
imaginario de criollos e inmigrantes como un referente común.
A mediados
del siglo XX la cultura nacional – definitivamente urbana - recibía una nueva
invasión, las oleadas de un interior empobrecido que buscaba en las ciudades
centrales las posibilidades de promoción social que no encontraban en sus arruinadas
provincias. Esas ciudades requerían de una nueva expresión que les diera un
referente común y fue El eternauta la aventura en que los nuevos
argentinos encontraron el relato que los representaba.
El viaje de
Odiseo
De modo
similar a Martín Fierro que migró desde las pulperías y las rondas de
payadores a las bibliotecas y foros universitarios, en sucesivas e incontables
ediciones; El eternauta migró desde los quioscos a las universidades con
múltiples ediciones y continuaciones con auspicio estatal.
Así como
Leopoldo Lugones asimiló al Martín Fierro al linaje de Hércules y mostró las
analogías entre sus acciones y las de los héroes épicos, voy a perpetrar la
analogía entre Juan Salvo y el linaje de Odiseo.
Marcelo di
Marco en su “Taller de corte y corrección” propone retomar las fábulas
clásicas como fórmula para lograr un relato eficiente y esa parece haber sido
el modo en que mucha de la narrativa que tiene éxito responde a ese principio.
Podemos
sintetizar la historia de Odiseo del modo más burdo y elemental como el periplo
de un hombre que trata de volver a su casa, con su mujer y su hijo, aún en
contra de toda oposición posible. El héroe no descansa hasta que logra ese
objetivo.
Juan Salvo
se presenta ante un guionista y le revela su identidad de viajero de la
eternidad o “eternauta” que recorre las dimensiones del universo tratando de
retornar a su casa, con su esposa y su hija. Los dioses, semidioses, sirenas,
hechiceras y monstruos de la literatura clásica fueron reemplazados en la
historieta por extraterrestres y tecnología alienígena, pero el objetivo del
héroe es el mismo y su descanso no llega hasta que no colma esa necesidad.
Ha pasado
más de medio siglo desde que El eternauta comenzó su viaje desde su isla[2] – la
casa sitiada por la nevada mortal – y desde entonces su búsqueda y su lucha son
cada vez más conocidas en el mundo, perdonando el estilo pobre y lleno de
clichés de un guionista fiel a las normas del género a mediados del siglo XX.
Los
argentinos que leyeron las tiras desde 1957 se encontraron representados en los
distintos personajes, ya sea por el hombre de familia que debe recurrir al
ingenio para sobrevivir, al obrero calificado que descifra la tecnología
alienígena, en el soldado que se empeña en luchar aunque el enemigo lo supere
en armas y número, en el historiador que trata de registrar los acontecimientos
aún a riesgo de su vida y así un largo etcétera.
Esa empatía entre
la historieta y sus lectores fue la misma que encontraron los pueblos con sus
textos fundacionales, ya sea la Ilíada, la Eneida, el Cantar
de Mío Çid o el Martín Fierro.
Si desde la
lejana antigüedad hasta el siglo XIX la forma poética fue la más adecuada para
representar las hazañas de los héroes fue porque facilitaba su memorización y
su transmisión. En el siglo XX la imagen dominó la escena de la transmisión de
información, por ello si la historia del Juan Salvo hubiera sido relatada un
siglo antes hubiera estado en versos y, tal vez, acompañada de guitarra, pero
en la era de la imagen la historieta le fue propicia y en el siglo XXI la
pantalla del cine la está esperando.
BIBLIOGRAFIA
Avila, Felipe Ricardo (2007),
Oesterhed y nuestras invasiones extraterrestres, Tomos I y II, Buenos
Aires, Deux Book
Barreiro, Taborda y
Rearte (1999); El eternauta. Odio cósmico, Buenos Aires, Record
Borges, Bioy Casares y Ocampo (1985),
Antología de la literatura fantástica, Bs. As., Sudamericana
Di Marco, Marcelo
(1998), Taller de corte y
corrección, Buenos Aires, Sudamericana
López, Solano y
Maiztegui, Pablo (2003), El eternauta. El regreso, Buenos Aires, Sol
Lugones, Leopoldo
(1991), El payador, Caracas, Biblioteca Ayacucho
Oesterheld, Héctor y
Breccia, Alberto (1982), El eternauta, Los libros de Humor N° 3, Buenos
Aires, Ediciones de la Urraca
Oesterheld, Héctor y
López, Solano (1976?), El eternauta, Buenos Aires, Record
Oesterheld, Héctor y
Trigo, Gustavo (1988), La guerra de los antartes, Buenos Aires, Colihue,
Serie del Aventurador
Gociol, J. y
Rosemberg, D. (2000), La historieta argentina. Una historia, Buenos
Aires, Ediciones de la Flor
Lalín, Daniel
(Director) (1998): Revista La Maga,
Homenaje a Oesterheld a 20 años de su desaparición Año 6, N° 332, 27 de
mayo. Incluye los siguientes artículos:
- De Santis, Pablo: “Existe el mito de leer a Oesterheld por
todas partes”
- Sasturain,
Juan: “Fue siempre un escritor de aventuras”
- Lucano, M.
Y E. Jauretche: “La aventura de vivir para servir”
- LEVENSON,
Gregorio: “Germán”
- D Έspósito,
Leonardo: “El cine”
Rivera, Jorge
(1992), Panorama de la historieta en la Argentina, Buenos Aires, Libros
del Quirquincho
Sasturain,
Juan (1995), El domicilio de la aventura, Buenos Aires, Colihue
Secretaría de
Cultura de la Nación, D.N.I. El eternauta, video
distribuido por la Revista La Maga, Año 5, N° 221, 10 de abril de 1996
Scolari,
Carlos (1999), Historietas para sobrevivientes, Buenos Aires, Colihue
[1] Kipling, Rudyard, “La historia más hermosa del mundo” en Borges y
otros, Antología de la literatura fantástica, Bs. As., Sudamericana,
1985
[2] En muchas
entrevistas Héctor Oesterheld confesó que su punto de partida fue la situación
de Robinson con la casa como una isla en la que los sobrevivientes deben explotar
los recursos que encuentren a su disposición para sobre ponerse al desastre.
Nota: La versión original de este artículo fue elaborado en el marco del Proyecto Nº 1803 del C.I.U.N.Sa. y presentado como ponencia en las V
Jornadas de Cultura Grecolatina del NOA realizado en Salta los días 9, 10 y 11 de junio de 2011, organizado por cátedra de Lengua y Cultura Latina de ña Facultad de Humanidades de la UNSa.
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