jueves, 23 de julio de 2015

EL ETERNAUTA. EL NAVEGANTE Y LAS ÉPOCAS

            El eternauta es la creación de Héctor Oesterheld y Francisco Solano López que en 1957 cambió la historia de la historieta argentina y, podríamos aventurar, de su cultura. No era la primera vez en la ficción que los escenarios de la invasión extraterrestre estaban lejos de New York o Washington, pero sí la primera que tenían una larga tirada y un considerable impacto entre variados lectores.
            Las entregas de las tiras que componen la historieta duraron dos años, desde 1957 hasta 1959, con lo que la revista Hora cero alcanzó una de sus más altos números de ventas. Con esa revista comenzó la época de oro de la historieta argentina, tanto por la cantidad de ediciones, el volumen de las ventas como por sus creaciones fundancionales.

            Actualmente es uno de los referentes de la nuestra cultura y en nuestra ponencia aventuramos que cubre el espacio de la epopeya que los intelectuales de principios del siglo XX buscaban para dar cohesión a la naciente cultura nacional.
            El nombre de la ya clásica historieta no está dado por el nombre del personaje principal, como pasa normalmente en el género, sino por su sobrenombre. El mote en cuestión es JUAN SALVO, con una clara simbología, que a lo largo de su peripecia se convierte en "El eternauta", "el viajero de la eternidad", como lo bautiza "una especie de filósofo de fines del siglo XXI".


            Un género con sello nacional
            La aparición de la historieta es relacionada, generalmente, con el desarrollo de la industria editorial norteamericana. Todos los investigadores del género ubican como primera historieta a “Yellow Kid”, en el periodismo amarillo norteamericano; sin embargo la Argentina tiene su propia tradición con sus orígenes en las revistas satíricas que surgieron en el siglo XIX. Caras y Caretas, PBT y luego Rico Tipo son títulos que ya forman parte de la larga memoria de la cultura nacional. El humor gráfico -pariente cercano de la historieta- ya tenía vitalidad en el siglo XVII y derivaba de los dibujos satíricos que ilustraban los escritos desde la edad media. Como referencias sólo basta con recordar la escena de El nombre de la rosa en la que los monjes detectives revisan los trabajos de la primera víctima y hablan de él como un iluminador que ilustra los escritos que satirizan a la jerarquía eclesiástica. En la Argentina del siglo XIX hay varias revistas que participan de las disputas políticas y allí es habitual la caricatura y el humor gráfico, con todas las características que conocemos en la actualidad: la caricaturización de un personaje público de turno y un breve diálogo inscripto al pie de la viñeta. “Goyo y Sarrasqueta” surge en Caras y Caretas con la particularidad de que no se trata de la representación caricaturesca de referentes externos sino de dos personajes ficticios que, frente a la discontinuidad del humor gráfico, aparecían regularmente, en más de una viñeta -o sea en tiras y dialogaban- no con notas al pie del cuadro, sino en globos. En resumen, ya tenía todas las características de la historieta que se desarrolló en el siglo XX.


            Un lenguaje propio
            Los historiadores del género coinciden en que la historieta argentina comienza a desarrollar un lenguaje propio después de la Segunda Guerra Mundial porque el conflicto ocasionó la interrupción de las importaciones en muchos ramos, incluso de las tiras para los diarios y las revistas. Ese proceso es claramente visible en la década del cincuenta, en la que los creadores de ficciones comienzan a cambiar los escenarios o lo que Sasturain llama "el domicilio de la aventura". Pero esa transformación no es abrupta, todavía los personajes de creación nacional tiene nombres anglosajones y se ubican en paisajes norteamericanos o europeos. Habrá que esperar a que Rolo y luego Juan Salvo enfrenten desde las calles de Buenos Aires la invasión extraterrestre para afirmar que la acción se traslada definitivamente a un escenario nacional.
            En El eternauta es interesante ver esa transición en los dibujos de Solano López. Este dibujante es muy reconocido como un gran creador de rostros y expresiones, y muy elogiado por la reproducción que hace de Buenos Aires para esta historieta. A ese respecto, en una reciente entrevista declara que no era mucho mérito documental porque los lugares que representaba son los barrios donde creció y vivió mucho tiempo.

Decíamos a propósito de El Eternauta que en sus dibujos aún se notan los estereotipos propuestos desde los modelos norteamericanos. Por ejemplo Elena, la esposa de Juan Salvo, perfectamente se corresponde con la imagen de la esposa rubia de clase media norteamericana. En cuanto a la ropa no hay mucho que objetar porque los dictados de la moda casual están dictados por los yankees.

Viajero de la eternidad
Las referencias temporales explícitas en las dos versiones de Oesterheld se dan en el momento final, cuando Juan Salvo está cerrando su testimonio ante el guionista, ve un diario y pide confirmación de la fecha, entonces revela que lo que ha relatado sucederá en un futuro no muy lejano - 1963- en relación con el momento en que cuenta lo sucedido -1959-. En la segunda versión las fechas son 1969 y 1971, respectivamente.
El profético relato que podría poner en alerta a los desprevenidos terrícolas queda neutralizado porque “El eternauta” comprende que, por haber llegado a un tiempo anterior al de los hechos que lo transformaron en un errante de las dimensiones, puede recuperar lo que ha perdido. En esas tiras finales llegamos a vislumbrar que toda la lucha y la peregrinación del héroe son los mismos objetivos de Ulises: recobrar el hogar y la familia. Metas a las que ni la interposición de fuerzas naturales ni sobrenaturales serán capaces contra la determinación del héroe.
El viajero de la eternidad sale corriendo de la casa del guionista que lo ha escuchado hablar toda la noche, se dirige a su casa para encontrarse con la esposa y la hija que le fueron arrebatadas en laberintos interdimensionales. El escritor sale en busca de su atribulado personaje, cuando le da alcance el héroe ha recuperado el paraíso perdido y -como en el relato de Kipling[1]- semejante dicha le borra la memoria de sus peripecias anteriores. Sólo queda el testimonio en manos de un creador de ficciones. Todo lo que dé a conocer no podrá ser tomado como una advertencia profética, pero el guionista no puede eludir su destino y construye el relato para poner en alerta al mundo sobre los terribles acontecimientos que se avecinan.
Entonces el relato se cierra con el paradójico y profético "¿será posible?" de un perplejo testigo de una historia que lo desborda.

En busca de la epopeya
El Gaucho Martín Fierro fue publicado por José Hernández como parte de su diatriba política o sea más bien como un panfleto que como un texto con pretensiones literarias. Su consagración como texto fundamental para la literatura argentina fue obra de reconocidos intelectuales de principios del siglo XX que buscaban un referente cultural que le diera cohesión a una sociedad que necesitaba parámetros comunes para definirse ante una situación de crisis.

El ciclo de conferencias de Leopoldo Lugones que luego publicó con el título de El Payador fue fundamental en ese proceso consagratorio que no podemos decir que haya sido forzado, pues hubo una identificación de la sociedad en su conjunto con las historias relatadas y las peripecias de un personaje que adquirió carácter emblemático.
La tarea de Lugones se apoyó en su conocimiento de la cultura clásica greco latina y de la historia de las formas poéticas hispánicas y criollas que le permitieron asimilar la forma de los libros de Hernández a la de la epopeya clásica. Esa tarea, aún cuándo fue discutida y refutada, no evitó que los dos libros sobre el ficticio gaucho Martín Fierro fueran asimilados como referentes insoslayables de la cultura nacional.
Algo similar está sucediendo con El eternauta cuyo periplo no fue similar, ya que no surgió en el campo de las disputas políticas, sino como un producto para el entretenimiento de las masas.
En lo que ambos textos coinciden, Martín Fierro y El eternauta, es que ambos tuvieron una gran difusión entre los grupos sociales que trataban de integrarse para constituir la nación argentina.
Entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX el país estaba recibiendo sucesivas oleadas inmigratorias de diversa procedencia ante los cuáles los nativos criollos, de distinta extracción social, se sentían amenazados y, simultáneamente con el cambio en los modos de producción, el tipo de vida de los gauchos representado por Martín Fierro desapareció, pero quedó en el imaginario de criollos e inmigrantes como un referente común.
A mediados del siglo XX la cultura nacional – definitivamente urbana - recibía una nueva invasión, las oleadas de un interior empobrecido que buscaba en las ciudades centrales las posibilidades de promoción social que no encontraban en sus arruinadas provincias. Esas ciudades requerían de una nueva expresión que les diera un referente común y fue El eternauta la aventura en que los nuevos argentinos encontraron el relato que los representaba.

El viaje de Odiseo
De modo similar a Martín Fierro que migró desde las pulperías y las rondas de payadores a las bibliotecas y foros universitarios, en sucesivas e incontables ediciones; El eternauta migró desde los quioscos a las universidades con múltiples ediciones y continuaciones con auspicio estatal.
Así como Leopoldo Lugones asimiló al Martín Fierro al linaje de Hércules y mostró las analogías entre sus acciones y las de los héroes épicos, voy a perpetrar la analogía entre Juan Salvo y el linaje de Odiseo.
Marcelo di Marco en su “Taller de corte y corrección” propone retomar las fábulas clásicas como fórmula para lograr un relato eficiente y esa parece haber sido el modo en que mucha de la narrativa que tiene éxito responde a ese principio.
Podemos sintetizar la historia de Odiseo del modo más burdo y elemental como el periplo de un hombre que trata de volver a su casa, con su mujer y su hijo, aún en contra de toda oposición posible. El héroe no descansa hasta que logra ese objetivo.
Juan Salvo se presenta ante un guionista y le revela su identidad de viajero de la eternidad o “eternauta” que recorre las dimensiones del universo tratando de retornar a su casa, con su esposa y su hija. Los dioses, semidioses, sirenas, hechiceras y monstruos de la literatura clásica fueron reemplazados en la historieta por extraterrestres y tecnología alienígena, pero el objetivo del héroe es el mismo y su descanso no llega hasta que no colma esa necesidad.
Ha pasado más de medio siglo desde que El eternauta comenzó su viaje desde su isla[2] – la casa sitiada por la nevada mortal – y desde entonces su búsqueda y su lucha son cada vez más conocidas en el mundo, perdonando el estilo pobre y lleno de clichés de un guionista fiel a las normas del género a mediados del siglo XX.
Los argentinos que leyeron las tiras desde 1957 se encontraron representados en los distintos personajes, ya sea por el hombre de familia que debe recurrir al ingenio para sobrevivir, al obrero calificado que descifra la tecnología alienígena, en el soldado que se empeña en luchar aunque el enemigo lo supere en armas y número, en el historiador que trata de registrar los acontecimientos aún a riesgo de su vida y así un largo etcétera.
Esa empatía entre la historieta y sus lectores fue la misma que encontraron los pueblos con sus textos fundacionales, ya sea la Ilíada, la Eneida, el Cantar de Mío Çid o el Martín Fierro.
Si desde la lejana antigüedad hasta el siglo XIX la forma poética fue la más adecuada para representar las hazañas de los héroes fue porque facilitaba su memorización y su transmisión. En el siglo XX la imagen dominó la escena de la transmisión de información, por ello si la historia del Juan Salvo hubiera sido relatada un siglo antes hubiera estado en versos y, tal vez, acompañada de guitarra, pero en la era de la imagen la historieta le fue propicia y en el siglo XXI la pantalla del cine la está esperando.


BIBLIOGRAFIA

Avila, Felipe Ricardo (2007), Oesterhed y nuestras invasiones extraterrestres, Tomos I y II, Buenos Aires, Deux Book
Barreiro, Taborda y Rearte (1999); El eternauta. Odio cósmico, Buenos Aires, Record
Borges, Bioy Casares y Ocampo (1985), Antología de la literatura fantástica, Bs. As., Sudamericana
Di Marco, Marcelo (1998), Taller de corte y corrección, Buenos Aires, Sudamericana
López, Solano y Maiztegui, Pablo (2003), El eternauta. El regreso, Buenos Aires, Sol
Lugones, Leopoldo (1991), El payador, Caracas, Biblioteca Ayacucho
Oesterheld, Héctor y Breccia, Alberto (1982), El eternauta, Los libros de Humor N° 3, Buenos Aires, Ediciones de la Urraca
Oesterheld, Héctor y López, Solano (1976?), El eternauta, Buenos Aires, Record
Oesterheld, Héctor y Trigo, Gustavo (1988), La guerra de los antartes, Buenos Aires, Colihue, Serie del Aventurador
Gociol, J. y Rosemberg, D. (2000), La historieta argentina. Una historia, Buenos Aires, Ediciones de la Flor
Lalín, Daniel (Director) (1998): Revista La Maga, Homenaje a Oesterheld a 20 años de su desaparición Año 6, N° 332, 27 de mayo. Incluye los siguientes artículos:
- De Santis, Pablo: “Existe el mito de leer a Oesterheld por todas partes”
- Sasturain, Juan: “Fue siempre un escritor de aventuras”
- Lucano, M. Y E. Jauretche: “La aventura de vivir para servir”
- LEVENSON, Gregorio: “Germán”
- D Έspósito, Leonardo: “El cine”
Rivera, Jorge (1992), Panorama de la historieta en la Argentina, Buenos Aires, Libros del Quirquincho
Sasturain, Juan (1995), El domicilio de la aventura, Buenos Aires, Colihue
Secretaría de Cultura de la Nación, D.N.I. El eternauta, video distribuido por la Revista La Maga, Año 5, N° 221, 10 de abril de 1996
Scolari, Carlos (1999), Historietas para sobrevivientes, Buenos Aires, Colihue



[1] Kipling, Rudyard, “La historia más hermosa del mundo” en Borges y otros, Antología de la literatura fantástica, Bs. As., Sudamericana, 1985
[2] En muchas entrevistas Héctor Oesterheld confesó que su punto de partida fue la situación de Robinson con la casa como una isla en la que los sobrevivientes deben explotar los recursos que encuentren a su disposición para sobre ponerse al desastre.

Nota: La versión original de este artículo fue elaborado en el marco del Proyecto Nº 1803 del C.I.U.N.Sa. y presentado como ponencia en las V Jornadas de Cultura Grecolatina del NOA realizado en Salta los días 9, 10 y 11 de junio de 2011, organizado por cátedra de Lengua y Cultura Latina de ña Facultad de Humanidades de la UNSa.

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