La celebración del segundo
centenario del movimiento de mayo en la Argentina ha llevado a una serie de reflexiones
en distintos campos como un balance y una evaluación sobre lo que ha pasado con
el país en un proceso que lleva ya doscientos años.
El I Foro de Lenguas del NOA fue un
espacio de reflexión propicio para evaluar qué ha hecho la Argentina en los últimos
doscientos años y cuáles son las propuestas para la nueva centuria en cuanto a
la política lingüística.
Cuándo se produjo el movimiento de
Mayo, allá por 1810, la Primera Junta
de Gobierno tuvo la visión de un país diverso, compuesto por criollos y
aborígenes, es por ello que redactó proclamas y las hizo traducir a las lenguas
nativas mayoritarias, con la intención de que esos pueblos se sintieran
reconocidos e involucrados con la gesta emancipatoria que en parte era
presentada como una reivindicación de las naciones sometidas por el Imperio
Español.
En el último cuarto del siglo XIX la
naciente República Argentina planteó una política inmigratoria tendiente a consolidar
el control sobre un territorio demasiado extenso y despoblado para garantizar
la soberanía. Sin embargo la implementación de esa política fue dispar,
generando hacinamiento en las ciudades y escasa distribución en la zona rural y
aún menor o nulas en las fronteras.
El preámbulo de la Constitución
Nacional no ponía límites a la procedencia ni a la condición
de los inmigrantes, pero frente a la idealización de la generación romántica,
las personas reales representaban los rasgos étnicos europeos, mas no así una
cultura superior, pues en su mayoría procedían del ámbito rural o de los
sectores proletarizados de Europa.
A fines del siglo XIX los gobiernos
se encontraron frente a una diversidad cultural, étnica y lingüística tan
grande que amenazaba con generar una multitud de ghetos y un país plurilingüe.
Frente a ese desafío la decisión política fue la de unificar imponiendo una
cultura y una lengua nacional, en detrimento de las tradiciones de los
inmigrantes y de las comunidades aborígenes aún existentes.
El principal instrumento de esa
política fue la educación primaria obligatoria, laica y gratuita con peso de
ley, por tanto con el apoyo de la institución policial y judicial para hacerla
cumplir. La enseñanza en lengua castellana y de la gramática castellana se
impuso de Ushuaia a La Quiaca
sin importar la procedencia cultural de los estudiantes.
La aplicación de la medida se
facilitó ante comunidades analfabetas o con escasa alfabetización en las que
los adultos consideraban a la sociedad criolla alfabetizada como superior y a
la educación como un modo de promoción social. Otras comunidades organizadas
para mantener la escolarización en su lengua materna tuvieron que aceptar las
disposiciones gubernamentales y en el mejor de los casos mantener una doble
escolarización para sus niños. Situación que se presentó especialmente con las
aisladas y autónomas comunidades galesas instaladas en La Patagonia.
Con la población joven -pero que ya
no estaba en edad de ser asimilada por la escolarización primaria- la política
de nivelación lingüística pasó a través del Servicio Militar Obligatorio. Por
el cual los jóvenes eran alejados de sus comunidades de origen, mezclados con
otros y sometidos a las órdenes y a una enseñanza básica sobre los símbolos
patrios impartidos en lengua castellana.
La educación primaria obligatoria no
contemplaba más que la enseñanza en y de lengua castellana pues estaba
destinada a cumplir con la política de homogeneización cultural y lingüística.
Sólo la educación privada daba cabida a la enseñanza de segundas lenguas en
especial las clásicas –latín y griego- y otras que ya desde el siglo XIX
estuvieron representadas en la
Argentina por el inglés y el francés, debido a que la
ingerencia política y cultural de Inglaterra y Francia los presentaban como una
necesidad en la formación de cualquiera que se desenvolviera en un ámbito
social prestigiado.
Desde mediados del siglo XX, algunos
países que en el pasado se desentendieron de los emigrantes, consideraron la
posibilidad de reconstruir los lazos con ellos o sus descendientes e impulsaron
políticas de difusión cultural y lingüística fomentando la enseñanza de lenguas
ya estandarizadas para su inserción internacional. Tal es el caso de lenguas
como el alemán, el italiano, el árabe clásico, el hebreo, el japonés y el chino
mandarín.
En la Argentina , a pesar de
los cambios de simpatías en las relaciones internacionales, el inglés y el
francés se mantuvieron con el prestigio del siglo XX, aún cuando la nueva cabeza
del imperio sea Estados Unidos de Norteamérica, ya que allí aún ahora siguen
consideradas como lenguas de prestigio el inglés británico y el francés.
Sin
embargo en algunas escuelas públicas y privadas se incorporó la enseñanza de
otras lenguas, como el italiano y el portugués, atendiendo a tradiciones que
tenían que ver con contactos culturales o ascendencia.
En las últimas décadas del siglo XX
la política educativa fue marcada por un sesgo pragmático que reorientaba la
enseñanza de las segundas lenguas, prefiriendo el inglés para usos técnicos y
el francés para las instituciones educativas con orientación artística,
manteniendo el latín y el griego para las de orientación humanística.
La incorporación de la República Argentina
a organizaciones panamericanas insistieron en la importancia del inglés en la
educación obligatoria y la necesidad de incorporar el portugués por los nuevos
vínculos políticos con el vecino estado del Brasil.
Ahora, en la primera década del
siglo XXI pareciera que la
Argentina quiere seguir fiel a los dictados del Imperio y conservar solamente la
enseñanza del inglés, en desmedro de todas las otras lenguas, desconociendo las
tradiciones culturales y las posibilidades de vinculaciones internacionales.
Ante un Bicentenario que nos obliga
a cuestionarnos cabe preguntarnos: ¿Será que nos limitaremos a aceptar la
imposición de la única lengua del Imperio que espera que todos sus súbditos sólo sepan
comprender sus órdenes y atender bien a sus turistas? ¿O asumiremos una actitud
más soberana y sin desentendernos del orden internacional daremos lugar a la
enseñanza de otras lenguas en las escuelas públicas?
Nota: La versión original de este artículo fue elaborado en el marco del Proyecto de Investigación Nº 1744 del C.I.U.N.Sa. y presentado en el I Foro
de Lenguas del NOA, SALTA, el 11 de diciembre de 2010, organizado por el Departamento de Lenguas de la Facultad de Humanidades de la U.N.Sa.
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