Por
las historias y los actos escolares relacionamos el nombre de Cornelio Saavedra
a la Primera Junta que se formó en Buenos Aires en 1810, como punto de partida
para la creación del Estado que hoy llamamos República Argentina. Esa misma
historia, enseñada fragmentariamente, retira de la escena a Saavedra después de
la formación de la Primera Junta y desaparece de tal modo que no se lo vuelve a
nombrar más en el proceso independentista. A lo sumo se recuerda que tuvo
terribles enfrentamientos con Moreno que representaba una facción opuesta en el
mismo seno de la Junta.
Para
los bolivianos, hablar de Saavedra es recordar que el primer Presidente
argentino fue boliviano porque había nacido en Potosí.
En
honor a la verdad hay que aclarar que por 1810 no existía ni la Argentina ni
Bolivia y, si Cornelio Judas Tadeo Saavedra nació en la ciudad de Potosí, su
padre era nacido en Buenos Aires, por lo que desde niño creció en la Capital
del Virreinato. Cuando joven ya se había integrado a los negocios familiares y,
como prominente ciudadano, en 1801 se incorporó al gobierno de la ciudad como
alcalde de segundo voto en el Cabildo de Buenos Aires.
Siempre
lo vemos en los cuadros de época con uniforme militar, detalle que se explica
porque los inglese tuvieron la osadía de invadir el Río de la Plata en 1806
fomentando la creación de cuerpos de ejército en la Capital del Virreinato. La
primera división militar de Buenos Aires fue creada por el mismo Cornelio
Saavedra que la bautizó con el nombre de Regimiento de Patricios. Desde
entonces fue su Comandante en jefe, lo que le dio poder militar, además del
político y económico y el respeto de la ciudadanía por su participación en la
defensa del Río de la Plata contra los británicos.
Los
hechos de Mayo fueron el resultado de un complejo proceso tendiente a liberar a
los pueblos americanos del Imperio español, donde participaban distintos
sectores de una efervescente sociedad con tendencias variadas. Un factor
decisivo en la deposición del Virrey fue el apoyo del Regimiento de Patricios a
los cabildantes que propugnaban la necesidad de asumir un gobierno propio ante
la caída del Rey de España. Dicho en otros términos, Cornelio Saavedra asumió
la presidencia de la Junta porque contaba con el respaldo de un ejército,
aunque lo acompañaba cierta mesura para plantear los alcances de las decisiones
políticas que había asumido con los otros participantes de la llamada
“Revolución de Mayo”. Sin embargo había otra facción liderada por Mariano
Moreno que propugnaba la inmediata expansión de la Revolución como un
movimiento independentista americano.
Dos
hechos de carácter público, aparentemente triviales, evidenciaron el
enfrentamiento Saavedra – Moreno. Uno fue el carruaje personal del Jefe de
Patricios que, de acuerdo con su nuevo cargo, hizo decorar fastuosamente y otro
fue la coronación. Ocurre que en una fiesta el capitán Atanasio Duarte propuso
un brindis "por el primer Rey y Emperador de América, Don Cornelio
Saavedra" y ofreció a doña Saturnina, esposa de Saavedra, una corona de
azúcar que adornaba una torta. El pobre capitán fue desterrado por orden de
Moreno bajo la famosa frase "... un habitante de Buenos Aires ni ebrio ni
dormido debe tener expresiones contra la libertad de su país".
Una
solución coyuntural que encontró Saavedra para desmantelar la oposición fue
enviar a Moreno en misión diplomática, lejos de Buenos Aires, aunque los
morenistas continuaron complotando contra el jefe de los Patricios.
Después
del fracaso de la “Junta Grande”, preconizada por los saavedristas, y el
desastre militar en Huaqui, el Jefe de Patricios viajó para tratar de
reorganizar el Ejército del Norte, ocasión que aprovecharon sus opositores para
destituirlo y someterlo a juicio. El ex presidente de la Junta huyó a Chile y
tuvo que esperar a que San Martín fuera gobernador de Cuyo para volver, con su
intermediación, a las Provincias Unidas del Río de la Plata y en 1818, el
Congreso que declaró la Independencia en 1816 lo restituyó como jefe militar de
la Nación.
Sin
embargo el viejo soldado revolucionario no encontró la calma porque la anarquía
reinante en las Provincias Unidas del Río de la Plata lo llevó nuevamente al
exilio en Montevideo hasta 1820. Dos años más tarde el gobierno le dio el
retiro absoluto, aunque durante la guerra contra Brasil ofreció nuevamente sus
servicios militares, pero no fueron aceptados debido a su avanzada edad.
Murió
en 1829 y el entonces gobernador de Buenos Aires, Juan José Viamonte, se
encargó de que lo sepultaran con honores en el cementerio de la Recoleta,
reconocimiento que recibieron muy pocos de los héroes en su oportunidad.
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