Los medios masivos de comunicación nos han hecho creer que el mundo
actual es único y homogéneo, dominado por la era tecnológica que nos hace a
todos partícipes de una dimensión en la que la información se intercambia a la
velocidad de la luz por medio de la fibra óptica.
Pareciera que el
sueño de los escritores de ciencia ficción se hubiera concretado en el siglo
XXI, sin embargo es una falacia. El mundo no es único y tecnológico sino
diverso y multifacético. En el momento en que estoy tecleando esto ante una
pantalla de cristal líquido hay otro hombre de mi misma edad y con rasgos
similares a los míos, cerca de aquí, trenzando las redes que hace mil años
inventaron sus antepasados para procurarse su alimento cotidiano. No todos
hemos llegado a la era electrónica de la globalización por la fibra óptica.
En este momento hay
hombres y mujeres a un lado y otro de los océanos y en ambos hemisferios que
comparten un rasgo que los vincula desde antes que se imaginara la fibra
óptica: el idioma de Ruy Díaz, Carlos V, Cervantes, Góngora, Miguel Hernández,
Martí, Neruda, Borges, Cela.
Hoy el imperio es
angloparlante, hace dos mil años hablaba en latín, pero hace cuatrocientos años
se expresaba en español. El políglota rey Carlos I declaraba que de todos los
idiomas que dominaba prefería el español para las distintas cortes que presidía
y para el uso diplomático por su riqueza y elegancia.
La abuela de ese
rey recibió ante sí al autor de la primera gramática de la lengua española y
ante la pregunta de su majestad sobre el valor de dicha obra, el autor contestó
que era el instrumento para enseñar el idioma a los nuevos pueblos
conquistados.
Siglos después de
ese hecho premonitorio, las colonias se liberaron del dominio político pero, a
pesar de los vanos intentos de algunos gobiernos, el español se conservó a
través de tan vastas extensiones que se podía afirmar que para este idioma
nunca se ocultó el sol.
Durante el siglo XX
Norteamérica extendió su influjo por el mundo entero y pretendió que su idioma
funcionara como el latín del imperio romano, sin embargo el señor del norte
pronto fue invadido por los pueblos que pretendió dominar y la comunidad
anglosajona se vio ocupada por hombres y mujeres de distintas razas, credos y lenguas.
De entre ellas se destaca en cantidad la de los hispanoparlantes que hacen de
norteamérica uno de los países donde más de habla español como segunda lengua
en la actualidad.
La situación del
español en la capital del imperio se hace evidente por la proliferación de
canales de televisión, radios y publicaciones exclusivamente en español, además
de la proliferación de indicaciones bilingües y de los cursos para agentes
sanitarios, paramédicos, funcionarios y policías que deben tratar a diario con
personas que manejan como única lengua el español.
Hace pocas décadas
atrás hubo una disputa con los líderes de la informática que pretendían
estandarizar el teclado con la exclusión de lo que denominaban “caracteres
especiales” y para ello proponían eliminar la “ñ”, grafía y fonema extraños
para el idioma inglés. El idioma de Don Quijote no cedió terreno y hoy nuestro
particular sonido nasal representado con una virgulilla goza de buena
aceptación en los teclados y en las pantallas del mundo informatizado.
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