lunes, 23 de noviembre de 2015

Francisco Zamora

Aproximación a la narrativa de Francisco Zamora
            Francisco Zamora fue conocido en el ámbito periodístico y literario de Salta en las tres últimas décadas del siglo XX, aunque su producción fue silenciada progresivamente hasta su desaparición física en la primera década del siglo XXI.
Como narrador dejó un libro de cuentos y dos novelas y, revisando el impacto que produjo desde la década del setenta, podemos afirmar que su producción no pasó desapercibida en su momento de aparición, pues dos componentes conformadores del canon lo ponderan claramente. Por una parte el discurso crítico y por otra el pedagógico lo tuvieron en cuenta.
Walter Adet -el antologista y crítico de un momento en el que aún la universidad no tenía suficiente injerencia en el ámbito consagratorio- cuando presentó el cuadro de la generación del 60, lo ubicó claramente como el más representativo del género narrativo:

En la generación del 60 sobresalen Jacobo Regen en la poesía, Carlos Hugo Aparicio en el cuento y Francisco Zamora en el novela, mientras hierve la discordia como una sopa de piedras y acuden a los suplementos culturales demasiados poemas como una sala de terapia intensiva, diagnosticados de traumatismo cerebral. (Adet, Walter, 2006: 237)

Luego, en el libro de ensayos El escudo de Dios de 1983 reproduce el prólogo que le escribiera en 1975 a El llamavientos para refrendar esa ponderación realizada al narrador casi una década atrás y casi simultáneamente con la aparición de su segunda novela.
También en la selección de textos escolares, sus cuentos integraron antologías de literatura recomendada para la provincia y la nación. El cuento “La cometa” del libro El llamaviento fue seleccionado para integrar una de las antologías de Colihue sobre autores regionales preparadas para su uso en ámbitos escolares.
Cuando la Universidad Nacional de Salta encaró un estudio integral de Salta con motivo de la celebración del Cuarto Centenario de la Fundación de la Ciudad, los encargados de relevar su literatura no soslayaron sus libros, en ese momento, uno de cuentos, El llamamiento, y una novela, La heredad de los difuntos. Aún cuando no los pondera específicamente en cuanto a su logro estilístico, sino que lo aborda en función del tratamiento de ciertas temáticas recurrentes. El hecho de citarlos como representativos aún cuando su publicación es muy próxima, es ya un gesto de reconocimiento.
El retorno de la democracia durante la década del 80 marcó la literatura con la reaparición de escritores que estuvieron silenciados en el ámbito nacional y, entre ellos Francisco Zamora llegó a ser considerado como uno de los mejores vendidos con su novela paródica Bisiesto viene de golpe.
Los dos primeros libros de Zamora fueron objeto de la crítica local que inmediatamente consideró sus referencias al espació regional con un trabajo sobre el lenguaje destinado a generar esa impresión de oralidad del interior del interior.
            El objetivo de esta lectura panorámica de la narrativa de Francisco Zamora es establecer si más allá de los cambios de estilo hay una unidad de referente construido y de efecto crítico buscado y logrado.

Relatos de un mundo cercano
Los mundos creados en El llamaviento son comparables a las ficciones de Juan Rulfo y de Héctor Tizón, ya que el espacio –geográfico y cultural- que estos tres autores textualizan guardan muchas similitudes puesto que plantean el conflictivo encuentro entre dos mundos coexistentes, pero ordenados en base a dos formas distintas de comprensión del universo.
El lector de “Huallpa” debe, por ejemplo, crear los sujetos de las voces, que oímos más que leemos (a la manera rulfiana), influencia conscientemente aceptada por Zamora). (Chibán, A., 1982: 226)

La heredad de los difuntos fue publicada en Buenos Aires en 1977 como resultado de la convocatoria “Premio de Novela Homero Robles” que contó con un jurado compuesto por tres escritores en plena vigencia en ese momento, pero surgidos del interior y no de la gran Capital: Juan José Hernández de Tucumán, María Granata de la Provincia de Buenos Aires y Antonio Nella Castro de Salta.
La nota “A manera de prólogo” que los editores incorporan a la novela de Zamora se reproduce en la contratapa reiterando los motivos por los cuáles el texto fue galardonado con su publicación:
…esta novela, aunque pura ficción, podría haber sucedido, pero lo más importante no es eso, sino que está inserta en una realidad que poca gente conoce. (Zamora, 1977:8)

Refrendando el carácter testimonial y de denuncia de la literatura como un “deber ser” asumido por una generación de escritores que impulsa a otros escritores.
            En 1983 Bisiesto viene de golpe fue publicado por Editorial Bruguera Argentina, con una tapa en la que aparece un militar flaco y de bigotes, como una clara alusión al ex presidente de facto Jorge Rafael Videla que huye con una valija de la que caen dólares.
            La distancia que hay entre los dos modos de narrar va más allá que los seis años de edición que las separan. Si el estudio realizado por la U.N.Sa. sobre la literatura de Salta en su cuarto centenario, mostraba una continuidad temática y estilística entre El llamaviento y La heredad de los difuntos, con Bisiesto viene de golpe hay un notorio cambio tanto temático como estilístico.
       La desolación casi rulfiana de la Puna en La heredad de los difuntos de Francisco Zamora, está vivida desde el padecimiento y la conciencia de los personjes…( Chibán, A., 1982: 149)

            La primera novela tematiza el problema del aislamiento geográfico y legal de las comunidades de la Puna con un lenguaje plagado de regionalismos, a tal punto que el libro se cierra con un “Vocabulario” para facilitar el tratamiento con un lenguaje que busca acercarse a la oralidad de sus protagonistas.
            La segunda novela, en cuanto a la construcción de su referente geográfico, no se aleja mucho de los dos primeros libros, pues las alusiones a los paisajes del NOA son claramente reconocibles. La diferencia está en que si el libro de cuentos y la primera novela asumen un tono elegíaco ante comunidades al borde del exterminio, Bisiesto viene de golpe es totalmente paródica y, como buena parodia, remite a través del humor crítico y destructivo a una historia por todos conocida, respondiendo a una estética generacional:
La alteración no será buscada exclusivamente en los temas, sino en los procedimientos internos de esta nueva narrativa. Aquellas normas implícitas dentro del canon estático anterior, los estatutos que restringen el itinerario de la palabra y las reglas acerca de la restructuración profunda del discurso, constituyen una suerte de “protocolo literario” al que los autores de este período desoyen, instaurando un nuevo registro en las letras nacionales. (Poderti, 2000:420)

Si reconocemos en los dos primeros libros la asunción de un “deber ser” de la literatura, con una estética tendiente a crear una impresión de oralidad testimonial, la segunda novela si bien toma el registro paródico, no se aparta de la intensión política de denuncia, pues la risa no es de puro divertimento sino una risa crítica, cruel y demoledora que caricaturiza un momento de la historia y a sus protagonistas.
            El efecto del espejo deformante es devastador porque en la crítica no envuelve sólo al referente parodiado sino al mismo lector que por acción u omisión formó parte de esa historia criticada.

            La tarea pendiente
            La producción escrita de Francisco Zamora es una tarea pendiente dentro de los estudios literarios de Salta, sujeto a todos los problemas que se han planteado en torno a la de muchos otros autores de la región. Un recorrido global implicaría revisar además su producción lírica, ensayística y periodística, tanto édita como inétida pues ya planteábamos al principio de nuestra presentación que por problemas con la dirección del diario El Tribuno, muchos de sus artículos no fueron publicados y, por tanto, requerirán una tarea de rastreo por archivos personales para sus investigadores.
Esta primera aproximación a la narrativa de Francisco Zamora nos ha permitido realizar una mirada de conjunto sobre sus tres libros y reconocer si, efectivamente, más allá de sus diferencias formales había una unidad.
            El relevamiento panorámico nos permitió corroborar la lectura que realizaron los trabajos críticos precedentes que establecen una continuidad temática y estilística evidente entre el libro de cuentos El llamaviento y la novela La heredad de los difuntos, pero a la vez nos permitió esclarecer que Bisiesto viene de golpe construye su mundo representado apelando a un mundo referencial similar al de sus primeros dos libros, sólo que el lenguaje con el que trabaja es satírico.
            La unidad de toda su obra no está dada solamente por la referencia al mundo representado sino fundamentalmente por la actitud crítica que asume en toda su obra. En los dos primeros textos esa crítica se realiza a través de la dolorosa representación de un mundo en descomposición, mientras que en el último lo hace con un lenguaje satírico.
            De ambas maneras, el efecto logrado es muy contundente pues el lector no puede dejar de compadecerse del dolor por la destrucción de un mundo en los dos primeros textos y la risa concitada en la segunda novela no es de una diversión gratuita sino que provoca una profunda reflexión que lleva del gesto de la risa a la mueca de la preocupación profunda por un mundo del que participamos.

Los mundos posibles de El llamaviento
En un proyecto de investigación realizado en la U.N.Sa., bajo la dirección de la Prof. Alicia Chibán, se incluyó el tratamiento de la narrativa de Zamora y en su informe final le dedicó dos apartados bajo los títulos “La literatura actual” (1982; 136-137) y “Mitos y creencias en la literatura salteña” (1982; 222-227). De esa misma producción narrativa, el cuento “La cometa” del libro El llamaviento fue seleccionado para integrar una antología sobre autores regionales preparadas para su uso en ámbitos escolares por la editorial Colihue ya conocida por su producción de libros de carácter didáctico.
Los mundos creados en esas narraciones son comparables a las ficciones de Juan Rulfo y de Héctor Tizón, ya que el espacio –geográfico y cultural- que estos tres autores textualizan guardan muchas similitudes.
Nuestra lectura se centra en el conflicto que se plantea en los cuentos de El llamaviento a partir de una matriz semántica: el encuentro de dos mundos ordenados en base a dos formas distintas de comprensión del universo. Básicamente los relatos sitúan el espacio en un paisaje rural y pueblerino cuyo referente es el espacio puneño. El conflicto se presenta ante el lector bajo distintos formatos, pero manteniendo la misma matriz semántica: la conflictiva relación entre un mundo ordenado en base al pensamiento mítico-tribal y un mundo ordenado en base a leyes consumistas-urbanas.
Los nueve cuentos que conforman el libro pueden ser clasificados en base a la construcción de mundos posibles y su invasión por un orden extraño o por los sujetos que migran entre un mundo y otro.
Al primer tipo pertenecen: Don Alemán, El pedrero de Bailón, El perro de doña Cande, La Cometa, Huacanqui y El Angelito Santo. Al segundo: Huallpa, Seis años para Veneranda y Con la sal a cuestas.

Los mundos posibles
Según Umberto Eco (1981), los mundos posibles son estados de cosas que se describen en los términos del mismo lenguaje en que habla el texto narrativo, lo que permite cotejar diversos estados de cosas bajo una cierta descripción y de poner en claro si pueden ser mutuamente accesibles o no y de qué manera difieren. Revisar un mundo posible nos obliga a considerar también el mundo real o actual como artificio cultural.
Esta afirmación teórica se realiza en una práctica cultural concreta llamada literatura, en un texto específico, El llamaviento, cuya construcción de mundos posibles nos obliga a considerar nuestro mundo de referencia como un artificio cultural, un constructo equivalente al que nos presentan las narraciones literarias.
Planteados así, los mundos construidos pueden considerarse y evaluarse como modelos de laboratorio que permiten ver cómo interactúan dos realidades culturales en contacto.
Estos juegos del lenguaje logran:

asombrar al lector, sacarlo de sus hábitos de pensamiento, prepararlo para lo indecible por una toma de conciencia más viva de la relatividad universal. “el espacio-obra” igual que un panfleto parahistórico no hace más que decirnos: “No estamos seguros de nada, y nuestra seguridad en ciertas materias es sólo falta de imaginación”. (Pichón y otros, 1969: 22)

De modo similar al ejercicio intelectual que realizan los relatos de ciencia-ficción al presentar el cataclísmico encuentro entre universos paralelos, los cuentos de Zamora dan forma al mismo conflicto en un espacio cultural que podríamos denominar como “realidad rural cercana”. Ya que el amoblamiento –según la terminología de Eco (1981)- nos remite al espacio rural de noroeste argentino.

Las distintas configuraciones del relato
En los cuentos Huallpa, Seis años para Veneranda y Con la Sal a cuestas, el conflicto que conforma el relato está dado por el desplazamiento de un sujeto desde su mundo de origen, configurado en base a un pensamiento mítico, hacia un mundo extraño, constituido en base a un orden capitalista-urbano.
En los cuentos Huacanqui, El Angelito Santo, Don Alemán, El pedrero de Bailón, El perro de doña Cande y La Cometa el mundo establecido por un pensamiento mítico tribal se encuentra invadido, o interferido, por un orden otro –que hemos convenido en denominar “capitalista urbano”- lo que produce divergencias en las interpretaciones de los hechos por parte de los protagonistas que se encuentran involucrados en los conflictos.
En el caso de Huallpa, el sujeto que va a desencadenar el conflicto es el miembro de la comunidad tribal que ha salido de los límites de su mundo para acceder a un mundo que, si bien no comprende, reconoce como poseedor de poderes que lo superan. El relato que el peregrino realiza al regreso de su viaje es tomado por inverosímil, producto de una mente trastornada, que desestabiliza el orden de su universo, a tal punto que ofende a los dioses y por ello es condenado a muerte para aplacar la ira divina.
En Seis años para Veneranda el relato presenta una complejidad mayor, puesto que un sujeto proveniente de un mundo mítico se inserta en un mundo capitalista, en el último lugar de la escala social, como servidumbre. En un mundo donde el sujeto es reducido a una condición de cuasi-objeto y, como tal, sólo digno de ser usado y abusado en manos de quienes están por encima de él. El drama del sujeto-víctima se acentúa cuando regresa a su comunidad de origen donde recupera su condición de sujeto, pero para hacerse cargo de las deudas que contrajo antes de su partida y de las nuevas con que lo estigmatizan a su regreso. El sujeto, agobiado por sus deudas y con nuevas responsabilidades, retorna al orbe que lo ha cuasi-objetualizado para terminar asumiendo el rol de chivo expiatorio de la hipocresía de una sociedad que clasifica y califica a sus miembros según lo que aparentan.
Veneranda, el sujeto-víctima de ambos mundos, comprende lo que le ha sucedido en su comunidad de origen, pero no logra entender el otro orden que sólo la asume como sujeto cuando debe cargar culpas.
El cuento Con la sal a cuestas representa el problema de quien debe pasar de su mundo –que habíamos caracterizado como de orden “mítico tribal”- a un mundo otro – al que habíamos denominado “capitalista-urbano”- del cual depende para su supervivencia económica. En ese tránsito transgrede una ley y debe pagar por ello, aún cuando no comprende cuál fue su ofensa, ya que ésta reside en la legalización del uso del espacio. En la comunidad de la que sale el personaje el espacio es compartido, el hombre se inserta en él, por lo tanto el hombre pertenece al paisaje y no a la inversa, como sucede en el mundo capitalista-urbano.
Lo que acentúa la ironía del conflicto, resaltando la incomunicación por la incapacidad de comprensión entre los sujetos de un mundo y el otro, está dado por una última parte del relato, en la que dos personajes evalúan al sujeto-víctima como un privilegiado, libre de las presiones del mundo al que pertenecen.
Don Alemán es un relato más lineal que los otros del libro, no reviste el mismo logro estético de los cuantos anteriores, sin embargo no por ello patentiza menos el conflicto de la comunidad mítica-tribal penetrada por un orden capitalista en el que el poder de la empresa decide sobre la vida de los hombres. Cuando la voluntad de los hombres contraría los designios de la empresa, se tapa sus logros atribuyéndolos a la intervención divina antes que a la voluntad humana. El acto subversivo de la comunidad que puede poner en peligro la hegemonía de la empresa es rápidamente neutralizado por la complicidad de los representantes de la Iglesia, cuyo discurso puede penetrar en el pensamiento mítico de la comunidad con mayor facilidad, resignificando los hechos con otra interpretación.
En La cometa el problema de la penetración del capitalismo y de la explotación de la niñez toma forma magistralmente en el delirio de un niño enfermo que sólo en su muerte encuentra el modo de escapar a su duro destino. El exquisito manejo del lenguaje lleva al lector desde la fantasía infantil al sueño febril que desemboca en la agonía final.
El pedrero de Bailón textualiza el conflicto de la distribución de poderes de las poblaciones en la puna a causa a la intervención de las instituciones oficiales: la Iglesia, la policía y el funcionario del gobierno.
El comisario y el cura por un lado y un diputado, por el otro, se disputan la notoriedad en un pueblo. El hallazgo de un viejo cañón evidencia el conflicto, cuando un miembro común puede sobresalir de la comunidad al participar de la disputa, invistiéndose como representante del diputado que le otorga un cargo político ficticio. Esa nueva imagen le permite competir con las imágenes del comisario y del cura.
En El perro de doña Cande, un sujeto -con un pensamiento mítico- explica los acontecimientos atribuyéndolos a los poderes sobrenaturales del diablo. El narrador-protagonista asiste al relato de la metamorfosis con un racional escepticismo, pero al final del cuento queda sumido en la perplejidad que desestabiliza su pensamiento racional.
El Angelito Santo está narrado desde la comprensión mítica, pero con la interferencia de un narrador que permite establecer dos visiones: la de los protagonistas y la del observador externo. Cada una de ellas construye una interpretación diferente en base a los mismos datos, porque los fundamentos empleados provienen de dos órdenes distintos y, quizá, irreconciliables.
Huacanqui, en cierto modo, escapa a las clasificaciones anteriores ya que el relato se plantea desde el interior mismo de una comunidad mítica y su incomprensión del “mal”, la que los lleva a su desaparición. Estratégicamente nunca se menciona cuál es el mal que sume a la comunidad en la esterilidad y la inmoviliza hasta la muerte, pero se puede inferir desde las actitudes del hechicero que se propone a sí mismo como único remedio.

Para cerrar una lectura
Como pudimos ver a lo largo de esta lectura, una misma matriz semántica puede expandirse bajo distintos investimentos, dando lugar a diversos relatos.
De modo tal que la literatura, que construye su propio mundo de referencia, no evade la realidad sino que la redescubre, patentizando aspectos de los discursos sociales que organizan el mundo y su comprensión. En este caso, el mundo de las fronteras entre las realidades de la puna y de la ciudad y su mutua incomprensión. Por lo tanto, el choque cataclísmico por el encuentro entre dimensiones diferentes que ha producido tanta literatura fantástica y de ciencia ficción es también la forma de textualizar un conflicto social aún irresuelto y que caracteriza nuestra realidad de frontera: la incomunicación.


No hay comentarios: