Aproximación a la narrativa de
Francisco Zamora
Francisco
Zamora fue conocido en el ámbito periodístico y literario de Salta en las tres
últimas décadas del siglo XX, aunque su producción fue silenciada
progresivamente hasta su desaparición física en la primera década del siglo
XXI.
Como narrador dejó un
libro de cuentos y dos novelas y, revisando el impacto que produjo desde la
década del setenta, podemos afirmar que su producción no pasó desapercibida en
su momento de aparición, pues dos componentes conformadores del canon lo
ponderan claramente. Por una parte el discurso crítico y por otra el pedagógico
lo tuvieron en cuenta.
Walter Adet -el antologista
y crítico de un momento en el que aún la universidad no tenía suficiente
injerencia en el ámbito consagratorio- cuando presentó el cuadro de la
generación del 60, lo ubicó claramente como el más representativo del género
narrativo:
En
la generación del 60 sobresalen Jacobo Regen en la poesía, Carlos Hugo Aparicio
en el cuento y Francisco Zamora en el novela, mientras hierve la discordia como
una sopa de piedras y acuden a los suplementos culturales demasiados poemas
como una sala de terapia intensiva, diagnosticados de traumatismo cerebral.
(Adet, Walter, 2006: 237)
Luego, en el libro de
ensayos El escudo de Dios de 1983
reproduce el prólogo que le escribiera en 1975 a El llamavientos para refrendar esa ponderación realizada al
narrador casi una década atrás y casi simultáneamente con la aparición de su
segunda novela.
También en la
selección de textos escolares, sus cuentos integraron antologías de literatura
recomendada para la provincia y la nación. El cuento “La cometa” del libro El llamaviento fue seleccionado para
integrar una de las antologías de Colihue sobre autores regionales preparadas
para su uso en ámbitos escolares.
Cuando la Universidad
Nacional de Salta encaró un estudio integral de Salta con motivo de la celebración
del Cuarto Centenario de la Fundación de la Ciudad, los encargados de relevar
su literatura no soslayaron sus libros, en ese momento, uno de cuentos, El llamamiento, y una novela, La heredad de los difuntos. Aún cuando
no los pondera específicamente en cuanto a su logro estilístico, sino que lo
aborda en función del tratamiento de ciertas temáticas recurrentes. El hecho de
citarlos como representativos aún cuando su publicación es muy próxima, es ya
un gesto de reconocimiento.
El retorno de la democracia
durante la década del 80 marcó la literatura con la reaparición de escritores
que estuvieron silenciados en el ámbito nacional y, entre ellos Francisco
Zamora llegó a ser considerado como uno de los mejores vendidos con su novela
paródica Bisiesto viene de golpe.
Los dos primeros
libros de Zamora fueron objeto de la crítica local que inmediatamente consideró
sus referencias al espació regional con un trabajo sobre el lenguaje destinado
a generar esa impresión de oralidad del interior del interior.
El
objetivo de esta lectura panorámica de la narrativa de Francisco Zamora es
establecer si más allá de los cambios de estilo hay una unidad de referente
construido y de efecto crítico buscado y logrado.
Relatos de un mundo
cercano
Los mundos creados en
El llamaviento son comparables a las
ficciones de Juan Rulfo y de Héctor Tizón, ya que el espacio –geográfico y
cultural- que estos tres autores textualizan guardan muchas similitudes puesto
que plantean el conflictivo encuentro entre dos mundos coexistentes, pero
ordenados en base a dos formas distintas de comprensión del universo.
El
lector de “Huallpa” debe, por ejemplo, crear los sujetos de las voces, que
oímos más que leemos (a la manera rulfiana), influencia conscientemente
aceptada por Zamora). (Chibán, A., 1982: 226)
La
heredad de los difuntos
fue publicada en Buenos Aires en 1977 como resultado de la convocatoria “Premio
de Novela Homero Robles” que contó con un jurado compuesto por tres escritores
en plena vigencia en ese momento, pero surgidos del interior y no de la gran
Capital: Juan José Hernández de Tucumán, María Granata de la Provincia de
Buenos Aires y Antonio Nella Castro de Salta.
La nota “A manera de
prólogo” que los editores incorporan a la novela de Zamora se reproduce en la
contratapa reiterando los motivos por los cuáles el texto fue galardonado con
su publicación:
…esta
novela, aunque pura ficción, podría haber sucedido, pero lo más importante no
es eso, sino que está inserta en una realidad que poca gente conoce. (Zamora,
1977:8)
Refrendando el carácter
testimonial y de denuncia de la literatura como un “deber ser” asumido por una
generación de escritores que impulsa a otros escritores.
En
1983 Bisiesto viene de golpe fue
publicado por Editorial Bruguera Argentina, con una tapa en la que aparece un
militar flaco y de bigotes, como una clara alusión al ex presidente de facto
Jorge Rafael Videla que huye con una valija de la que caen dólares.
La
distancia que hay entre los dos modos de narrar va más allá que los seis años
de edición que las separan. Si el estudio realizado por la U.N.Sa. sobre la
literatura de Salta en su cuarto centenario, mostraba una continuidad temática
y estilística entre El llamaviento y La heredad de los difuntos, con Bisiesto viene de golpe hay un notorio
cambio tanto temático como estilístico.
La desolación casi rulfiana de la Puna en
La heredad de los difuntos de
Francisco Zamora, está vivida desde el padecimiento y la conciencia de los
personjes…( Chibán, A., 1982: 149)
La
primera novela tematiza el problema del aislamiento geográfico y legal de las
comunidades de la Puna con un lenguaje plagado de regionalismos, a tal punto
que el libro se cierra con un “Vocabulario” para facilitar el tratamiento con
un lenguaje que busca acercarse a la oralidad de sus protagonistas.
La
segunda novela, en cuanto a la construcción de su referente geográfico, no se
aleja mucho de los dos primeros libros, pues las alusiones a los paisajes del
NOA son claramente reconocibles. La diferencia está en que si el libro de
cuentos y la primera novela asumen un tono elegíaco ante comunidades al borde
del exterminio, Bisiesto viene de golpe
es totalmente paródica y, como buena parodia, remite a través del humor crítico
y destructivo a una historia por todos conocida, respondiendo a una estética
generacional:
La alteración no será
buscada exclusivamente en los temas, sino en los procedimientos internos de
esta nueva narrativa. Aquellas normas implícitas dentro del canon estático
anterior, los estatutos que restringen el itinerario de la palabra y las reglas
acerca de la restructuración profunda del discurso, constituyen una suerte de
“protocolo literario” al que los autores de este período desoyen, instaurando
un nuevo registro en las letras nacionales. (Poderti, 2000:420)
Si reconocemos en los dos
primeros libros la asunción de un “deber ser” de la literatura, con una
estética tendiente a crear una impresión de oralidad testimonial, la segunda
novela si bien toma el registro paródico, no se aparta de la intensión política
de denuncia, pues la risa no es de puro divertimento sino una risa crítica,
cruel y demoledora que caricaturiza un momento de la historia y a sus
protagonistas.
El
efecto del espejo deformante es devastador porque en la crítica no envuelve
sólo al referente parodiado sino al mismo lector que por acción u omisión formó
parte de esa historia criticada.
La
tarea pendiente
La
producción escrita de Francisco Zamora es una tarea pendiente dentro de los
estudios literarios de Salta, sujeto a todos los problemas que se han planteado
en torno a la de muchos otros autores de la región. Un recorrido global
implicaría revisar además su producción lírica, ensayística y periodística,
tanto édita como inétida pues ya planteábamos al principio de nuestra presentación
que por problemas con la dirección del diario El Tribuno, muchos de sus artículos no fueron publicados y, por
tanto, requerirán una tarea de rastreo por archivos personales para sus
investigadores.
Esta primera
aproximación a la narrativa de Francisco Zamora nos ha permitido realizar una
mirada de conjunto sobre sus tres libros y reconocer si, efectivamente, más
allá de sus diferencias formales había una unidad.
El
relevamiento panorámico nos permitió corroborar la lectura que realizaron los
trabajos críticos precedentes que establecen una continuidad temática y
estilística evidente entre el libro de cuentos El llamaviento y la novela La
heredad de los difuntos, pero a la vez nos permitió esclarecer que Bisiesto viene de golpe construye su
mundo representado apelando a un mundo referencial similar al de sus primeros
dos libros, sólo que el lenguaje con el que trabaja es satírico.
La
unidad de toda su obra no está dada solamente por la referencia al mundo
representado sino fundamentalmente por la actitud crítica que asume en toda su
obra. En los dos primeros textos esa crítica se realiza a través de la dolorosa
representación de un mundo en descomposición, mientras que en el último lo hace
con un lenguaje satírico.
De
ambas maneras, el efecto logrado es muy contundente pues el lector no puede
dejar de compadecerse del dolor por la destrucción de un mundo en los dos
primeros textos y la risa concitada en la segunda novela no es de una diversión
gratuita sino que provoca una profunda reflexión que lleva del gesto de la risa
a la mueca de la preocupación profunda por un mundo del que participamos.
Los mundos posibles de El llamaviento
En un proyecto de
investigación realizado en la U.N.Sa., bajo la dirección de la Prof. Alicia
Chibán, se incluyó el tratamiento de la narrativa de Zamora y en su informe
final le dedicó dos apartados bajo los títulos “La literatura actual” (1982;
136-137) y “Mitos y creencias en la literatura salteña” (1982; 222-227). De esa
misma producción narrativa, el cuento “La cometa” del libro El llamaviento fue seleccionado para
integrar una antología sobre autores regionales preparadas para su uso en
ámbitos escolares por la editorial Colihue ya conocida por su producción de
libros de carácter didáctico.
Los mundos creados en
esas narraciones son comparables a las ficciones de Juan Rulfo y de Héctor
Tizón, ya que el espacio –geográfico y cultural- que estos tres autores
textualizan guardan muchas similitudes.
Nuestra lectura se
centra en el conflicto que se plantea en los cuentos de El llamaviento a partir de una matriz semántica: el encuentro de
dos mundos ordenados en base a dos formas distintas de comprensión del
universo. Básicamente los relatos sitúan el espacio en un paisaje rural y
pueblerino cuyo referente es el espacio puneño. El conflicto se presenta ante
el lector bajo distintos formatos, pero manteniendo la misma matriz semántica:
la conflictiva relación entre un mundo ordenado en base al pensamiento
mítico-tribal y un mundo ordenado en base a leyes consumistas-urbanas.
Los nueve cuentos que
conforman el libro pueden ser clasificados en base a la construcción de mundos
posibles y su invasión por un orden extraño o por los sujetos que migran entre
un mundo y otro.
Al primer tipo
pertenecen: Don Alemán, El pedrero de
Bailón, El perro de doña Cande, La Cometa, Huacanqui y El Angelito Santo. Al
segundo: Huallpa, Seis años para
Veneranda y Con la sal a cuestas.
Los mundos posibles
Según Umberto Eco (1981), los mundos
posibles son estados de cosas que se describen en los términos del mismo
lenguaje en que habla el texto narrativo, lo que permite cotejar diversos
estados de cosas bajo una cierta descripción y de poner en claro si pueden ser
mutuamente accesibles o no y de qué manera difieren. Revisar un mundo posible
nos obliga a considerar también el mundo real o actual como artificio cultural.
Esta afirmación teórica se realiza en
una práctica cultural concreta llamada literatura, en un texto específico, El llamaviento, cuya construcción de
mundos posibles nos obliga a considerar nuestro mundo de referencia como un
artificio cultural, un constructo equivalente al que nos presentan las
narraciones literarias.
Planteados así, los mundos
construidos pueden considerarse y evaluarse como modelos de laboratorio que
permiten ver cómo interactúan dos realidades culturales en contacto.
Estos juegos del lenguaje logran:
asombrar al lector, sacarlo de sus hábitos de
pensamiento, prepararlo para lo indecible por una toma de conciencia más viva
de la relatividad universal. “el espacio-obra” igual que un panfleto
parahistórico no hace más que decirnos: “No estamos seguros de nada, y nuestra
seguridad en ciertas materias es sólo falta de imaginación”. (Pichón y otros,
1969: 22)
De modo similar al ejercicio
intelectual que realizan los relatos de ciencia-ficción al presentar el
cataclísmico encuentro entre universos paralelos, los cuentos de Zamora dan
forma al mismo conflicto en un espacio cultural que podríamos denominar como
“realidad rural cercana”. Ya que el amoblamiento –según la terminología de Eco
(1981)- nos remite al espacio rural de noroeste argentino.
Las distintas configuraciones del
relato
En los cuentos Huallpa, Seis años para Veneranda y Con la Sal a cuestas, el
conflicto que conforma el relato está dado por el desplazamiento de un sujeto desde su mundo de origen, configurado
en base a un pensamiento mítico, hacia un mundo extraño, constituido en base a
un orden capitalista-urbano.
En los cuentos Huacanqui, El Angelito Santo, Don Alemán, El pedrero de Bailón, El
perro de doña Cande y La Cometa el mundo establecido por un pensamiento
mítico tribal se encuentra invadido, o interferido, por un orden otro –que
hemos convenido en denominar “capitalista urbano”- lo que produce divergencias
en las interpretaciones de los hechos por parte de los protagonistas que se
encuentran involucrados en los conflictos.
En el caso de Huallpa, el sujeto que va a desencadenar el conflicto es el miembro
de la comunidad tribal que ha salido de los límites de su mundo para acceder a
un mundo que, si bien no comprende, reconoce como poseedor de poderes que lo
superan. El relato que el peregrino realiza al regreso de su viaje es tomado
por inverosímil, producto de una mente trastornada, que desestabiliza el orden
de su universo, a tal punto que ofende a los dioses y por ello es condenado a
muerte para aplacar la ira divina.
En Seis años para Veneranda el relato presenta una complejidad mayor,
puesto que un sujeto proveniente de un mundo mítico se inserta en un mundo capitalista,
en el último lugar de la escala social, como servidumbre. En un mundo donde el
sujeto es reducido a una condición de cuasi-objeto y, como tal, sólo digno de
ser usado y abusado en manos de quienes están por encima de él. El drama del
sujeto-víctima se acentúa cuando regresa a su comunidad de origen donde
recupera su condición de sujeto, pero para hacerse cargo de las deudas que
contrajo antes de su partida y de las nuevas con que lo estigmatizan a su
regreso. El sujeto, agobiado por sus deudas y con nuevas responsabilidades,
retorna al orbe que lo ha cuasi-objetualizado para terminar asumiendo el rol de
chivo expiatorio de la hipocresía de una sociedad que clasifica y califica a
sus miembros según lo que aparentan.
Veneranda, el sujeto-víctima de ambos
mundos, comprende lo que le ha sucedido en su comunidad de origen, pero no
logra entender el otro orden que sólo la asume como sujeto cuando debe cargar
culpas.
El cuento Con la sal a cuestas representa el problema de quien debe pasar de
su mundo –que habíamos caracterizado como de orden “mítico tribal”- a un mundo
otro – al que habíamos denominado “capitalista-urbano”- del cual depende para
su supervivencia económica. En ese tránsito transgrede una ley y debe pagar por
ello, aún cuando no comprende cuál fue su ofensa, ya que ésta reside en la
legalización del uso del espacio. En la comunidad de la que sale el personaje
el espacio es compartido, el hombre se inserta en él, por lo tanto el hombre
pertenece al paisaje y no a la inversa, como sucede en el mundo
capitalista-urbano.
Lo que acentúa la ironía del conflicto,
resaltando la incomunicación por la incapacidad de comprensión entre los
sujetos de un mundo y el otro, está dado por una última parte del relato, en la
que dos personajes evalúan al sujeto-víctima como un privilegiado, libre de las
presiones del mundo al que pertenecen.
Don Alemán es un relato más lineal que los otros del libro, no reviste
el mismo logro estético de los cuantos anteriores, sin embargo no por ello
patentiza menos el conflicto de la comunidad mítica-tribal penetrada por un
orden capitalista en el que el poder de la empresa decide sobre la vida de los
hombres. Cuando la voluntad de los hombres contraría los designios de la
empresa, se tapa sus logros atribuyéndolos a la intervención divina antes que a
la voluntad humana. El acto subversivo de la comunidad que puede poner en
peligro la hegemonía de la empresa es rápidamente neutralizado por la
complicidad de los representantes de la Iglesia, cuyo discurso puede penetrar
en el pensamiento mítico de la comunidad con mayor facilidad, resignificando
los hechos con otra interpretación.
En La cometa el problema de la penetración del capitalismo y de la
explotación de la niñez toma forma magistralmente en el delirio de un niño
enfermo que sólo en su muerte encuentra el modo de escapar a su duro destino.
El exquisito manejo del lenguaje lleva al lector desde la fantasía infantil al
sueño febril que desemboca en la agonía final.
El pedrero de Bailón textualiza el conflicto de la
distribución de poderes de las poblaciones en la puna a causa a la intervención
de las instituciones oficiales: la Iglesia, la policía y el funcionario del
gobierno.
El comisario y el cura por un lado y
un diputado, por el otro, se disputan la notoriedad en un pueblo. El hallazgo
de un viejo cañón evidencia el conflicto, cuando un miembro común puede
sobresalir de la comunidad al participar de la disputa, invistiéndose como
representante del diputado que le otorga un cargo político ficticio. Esa nueva
imagen le permite competir con las imágenes del comisario y del cura.
En El perro de doña Cande, un sujeto -con un pensamiento mítico-
explica los acontecimientos atribuyéndolos a los poderes sobrenaturales del
diablo. El narrador-protagonista asiste al relato de la metamorfosis con un
racional escepticismo, pero al final del cuento queda sumido en la perplejidad
que desestabiliza su pensamiento racional.
El Angelito Santo está narrado desde la comprensión mítica, pero con la
interferencia de un narrador que permite establecer dos visiones: la de los
protagonistas y la del observador externo. Cada una de ellas construye una
interpretación diferente en base a los mismos datos, porque los fundamentos
empleados provienen de dos órdenes distintos y, quizá, irreconciliables.
Huacanqui, en cierto modo, escapa a las clasificaciones anteriores ya
que el relato se plantea desde el interior mismo de una comunidad mítica y su
incomprensión del “mal”, la que los lleva a su desaparición. Estratégicamente
nunca se menciona cuál es el mal que sume a la comunidad en la esterilidad y la
inmoviliza hasta la muerte, pero se puede inferir desde las actitudes del
hechicero que se propone a sí mismo como único remedio.
Para cerrar una lectura
Como pudimos ver a lo largo de esta
lectura, una misma matriz semántica puede expandirse bajo distintos
investimentos, dando lugar a diversos relatos.
De modo tal que la literatura, que
construye su propio mundo de referencia, no evade la realidad sino que la
redescubre, patentizando aspectos de los discursos sociales que organizan el
mundo y su comprensión. En este caso, el mundo de las fronteras entre las
realidades de la puna y de la ciudad y su mutua incomprensión. Por lo tanto, el
choque cataclísmico por el encuentro entre dimensiones diferentes que ha
producido tanta literatura fantástica y de ciencia ficción es también la forma
de textualizar un conflicto social aún irresuelto y que caracteriza nuestra
realidad de frontera: la incomunicación.
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