Mito y leyenda en
Salta
El
Folklore abarca diversos aspectos de la dimensión humana como ser las
creencias, las costumbres, y las tradiciones de una comunidad y, como
cualquiera de ellas, Salta fue creando con el paso del tiempo las leyendas que
requiere toda comunidad para dar cohesión a su mundo simbólico.
No se trata de un fenómeno
privativo de nuestra sociedad, puesto que desde que la humanidad se ha
constituido como tal ha construido en torno suyo un universo simbólico que dota
de sentido al entorno y a sus acciones. Es lo que la semiótica de la cultura ha
llamado una semiósfera, tan necesaria para la vida humana como lo es la biósfera
para el resto de las especies con las que compartimos el planeta.
Sucede
que el hombre se mueve en el universo del sentido y por lo tanto trata de dar
explicación a todo su entorno y sus acciones y ese impulso de la especie es lo
que ha creado las instituciones como la religión, la filosofía, la literatura y
las distintas ciencias, cada una con sus mitos y leyendas.
En
primer lugar debemos tratar de restar ambigüedad a los términos que estamos
empleando porque su diversidad de acepciones implica distintas valoraciones.
Según la definición de
diccionario se entiende:
mito1. (Del gr. μῦθος).
m. Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por
personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen
del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad. || 2. Historia ficticia o
personaje literario o artístico que condensa alguna realidad humana de
significación universal. || 3. Persona o cosa rodeada de extraordinaria estima.
|| 4. Persona o cosa a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no
tienen, o bien una realidad de la que carecen.
leyenda. (Del lat.
legenda, n. pl. del gerundivo de legĕre, leer). f. Acción de leer. || 2. Obra
que se lee. || 3. Historia o relación de la vida de uno o más santos. || 4.
Relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de
históricos o verdaderos. || 5. Texto que acompaña a un plano, a un grabado, a
un cuadro, etc. || 6. ídolo (ǁ persona o cosa admirada con exaltación). || 7.
Numism. Letrero que rodea la figura en las monedas o medallas. || ~ negra. f.
Opinión contra lo español difundida a partir del siglo XVI. || 2. Opinión
desfavorable y generalizada sobre alguien o algo, generalmente infundada.
Pero
en estas definiciones no podemos apreciar como a lo largo del tiempo esos
términos fueron cambiando su valoración, pues en los albores de la civilización
los mitos y las leyendas tenían un valor explicativo comparable en nuestros
tiempos al que se le atribuye al discurso científico.
Los
conocedores de los mitos y las leyendas en las comunidades primitivas –y
ágrafas- eran iniciados que sabían recitarlos de memoria para dar sentido a los
fenómenos de la naturaleza o a las acciones de los hombres.
Muchos
de los relatos que llamamos mitos y leyendas se originaron en hechos concretos
con protagonistas reales que con el paso del tiempo se fueron esquematizando y
magnificando hasta adquirir una dimensión atemporal.
Por
ejemplo el mito de Prometeo que roba el fuego de los dioses para entregárselo a
los hombres tuvo un posible origen en los albores de los tiempos cuando alguien
aprendió a controlar el fuego y le permitió a la humanidad perder el miedo a la
oscuridad de la noche y las cavernas. Ese hombre que le lego esa gran conquista
a la humanidad si no es un dios o un semidiós, merece serlo.
Esos
corpus de mitos y leyendas fueron los que compusieron las primeras religiones y
que con la aparición de la escritura conformaron los libros sagrados que
fundaron las grandes religiones con gran vigencia hasta la actualidad.
Con la aparición de
la filosofía y de las ciencias los mitos y las leyendas cayeron en descrédito,
especialmente aquellas que no se habían incorporado a las grandes religiones y
fueron puestas en juicio como creencias infundadas y combatidas en nombre de un
conocimiento más acertado del mundo. Sin embargo, a pesar del descrédito que
padecieron, estos relatos perduraron en la larga memoria de los pueblos y
migraron con ello alejándolos cada vez más de las circunstancias históricas que
le dieron origen pero cuyo poder explicativo continuaba siendo efectivo ante
situaciones similares.
El caso particular de
Salta
Para el caso que nos
toca en este particular encuentro, vale considerar que la entidad que
denominamos ciudad de Salta se conformó a partir de la conquista española del
territorio del Tucumán que trataba de afianzar sus dominios ante la amenaza de
los pueblos indígenas y de los, más peligrosos aún, portugueses que avanzaban
desde las costas del Atlántico.
Sin embargo estos
territorios no estaban deshabitados y no bastaba con la simple orden imperial
de fundar una ciudad, por lo tanto los españoles y criollos que se aventuraron
en estos parajes debieron enfrentar a aguerridos pobladores que ya eran tenían
la experiencia de haberse enfrentado al imperio Inca.
Legalmente la ciudad
fue fundada por el Licenciado Don Hernando de Lerma y es a partir de ese
momento que comienzan a tejerse una serie de relatos, cimentados en
acontecimientos del momento, pero cuyo matiz oral y tradicional los han
convertido en leyendas que la disciplina histórica enfrenta para buscar
respuestas o cuestionarlos en sus afirmaciones.
Una de esas leyendas
es un fragmento de una anterior que alimentó la imaginación de los
conquistadores y que, aún hoy, resurge en distintas formas. Me refiero a la
leyenda del dorado, aquella por la cual hay una ciudad hecha de oro –relato con
distintas variantes-.
Sucede que Colón,
desde que fracasó en su intento por llegar a la India, tentó a los reyes con la
idea de que en estas tierras se ocultaban grandes tesoros por descubrir. Ante
el requerimiento de esos tesoros a los nativos y viendo que los europeos enloquecían
ante los metales preciosos, fue que alimentaron su imaginación dándoles
noticias de un reino muy lejano hecho de oro.
La leyenda del dorado
permitió a los nativos sacarse de encima a los conquistadores enviándolos a
selvas, montañas y desiertos con guías que en algún momento desaparecían
dejándolos perdidos en un territorio hostil y desconocido.
La versión de esa
leyenda en Sud América está vinculada a los Incas y al rapto de Atahualpa, cuya
liberación debía pagarse en metales preciosos al codicioso Francisco Pizarro.
Como el descomunal rescate no logró salvar la vida del Inca, los súbditos
pusieron a salvo muchos de los tesoros para que no cayeran en manos españolas.
Desde entonces se supone que hay en alguna parte en lo alto de las montañas, en
lo profundo de alguna selva o incluso debajo de la tierra, una ciudad que
alberga todos los tesoros que ocultaron los incas.
En Salta, una versión
adaptada de esa historia es la de los tesoros escondidos, o “tapados”, dejados
por los nativos de la zona ante la invasión española que murieron sin revelar
su escondite.
Otra leyenda está
directamente vinculada con el fundador de Salta, que en su momento bautizó la
ciudad con su nombre pero que al cabo de los años fue borrado de la memoria
hasta quedar el nombre que actualmente utilizamos.
Sucede que de los
documentos que quedaron de aquellos tiempos se puede reconstruir todo un
proceso legal que terminó con la destitución y encarcelamiento de Lerma por su
enfrentamiento con la institución eclesiástica.
La leyenda negra de
Lerma dice que era un déspota, que abusaba de sus poderes de gobernador
explotando a los nativos sometidos e imponiendo pesadas cargas impositivas a
los criollos que poblaban Salta y que lo único bueno que hizo fue fundar Salta
porque el Virrey Toledo se lo encomendó.
Discernir qué hay de
cierto en esta leyenda y que de fabulación corresponde discernirlo a la
disciplina histórica, pues la leyenda por sí misma es prácticamente desconocida
para las nuevas generaciones de salteños.
La leyenda de los
tesoros escondidos en Salta o “tapados” tuvo una serie de actualizaciones
posteriores:
-Con la expulsión de los
jesuitas, a fines del siglo XVIII. Se tejió la leyenda de que aquellos
denodados evangelizadores habían conquistado el corazón de los indígenas y
ellos a cambio de la Santa Fe les habían entregado sus metales preciosos.
Cuando el Imperio Español disolvió la orden, los sacerdotes en su huida
ocultaron los metales convertidos en imágenes y elementos litúrgicos en las
montañas.
-En el siglo XIX nuestra
provincia fue abatidas por varias guerras, las de independencia y las civiles
por lo que las acaudaladas familias de Salta, ante el temor de los saqueos de
los sucesivos invasores, optaron por sepultar sus tesoros. Dicen las leyendas
que abrevan en la historia que algunos adinerados se enterraron con sus
riquezas encargando a sus sirvientes que los desenterraran después de los
saqueos; pero, al morir en manos de los frustrados invasores dejaron a sus
señores tapados vivos con sus fortunas sin que nadie supieran donde estaban.
Las gruesas paredes
de las construcciones antiguas, los profundos aljibes y los innumerables cerros
fueron el refugio de esos tesoros que durante años los “buscadores de tapados”
inquirieron durante generaciones con mayor o menor suerte. Y la leyenda dice
que estos tesoros ocultos se manifiestan de distintas formas y no dejan de
asustar a los vivos hasta que el justo sea capaz de liberar la maldición de la
codicia.
Otras leyendas
Muchas otras leyendas
también fueron desplazadas al olvido por el crecimiento de la sociedad urbana
que fue desechando el conocimiento tradicional de los ancestros que se
transmitía en forma oral. Dicho de otro modo, ¿quién presta oído en estos
momentos a los relatos de los abuelos? Prácticamente nadie, porque se
consideran más valiosos los conocimientos impartidos por el sistema escolar y
más entretenidos los medios de difusión masiva.
En las generaciones
del siglo pasado anteriores a la televisión multicanal hubo una etapa de
transición entre el saber tradicional de transmisión oral y los nuevos medios.
Un ejemplo de ello es
la literatura con obras de reconocidos escritores como Juan Carlos Dávalos,
Emma Solá de Solá, Federico Gauffin y Ernesto Aráoz, entre otros, que pusieron
por escrito esas leyendas, explícitamente o reescribiéndolas y entramándolas en
otros relatos.
Por otra parte en la
radio de banda AM que aún hoy se transmite desde Salta Capital, hubo escritores
que se encargaron de llevar el relato oral más allá del alcance del limitado
círculo hogareño. El caso más recordado es el César Fermín Perdiguero, escritor
que durante años mantuvo una columna en diario El intransigente y la audición radial “Cochereando en el recuerdo”.
En ambos espacios periodísticos rescataba anécdotas y leyendas de una ciudad
que estaba creciendo más rápido de lo que podía retener sus relatos orales.
Entre las leyendas
que supo mantener vivas estaban la de la mulánima, la salamanca, la viuda, el
familiar y el duende. Las tres no son nativas de la zona sino que llegaron
junto a las armas y los utensilios de los conquistadores.
La mulánima o alma
mula tiene muchas variantes pero básicamente es la maldición que cae sobre la
mujer que tiene amores ilícitos, ya sea con el cura, el compadre o el cuñado.
Según la versión salteña el alma en pena convertida en mula corría por las
calles de la ciudad durante las oscuras noches de invierno, tirando fuego por
la boca y haciendo chispear el empedrado a su paso. Ante ella los pobladores de
la noche debían buscar refugio en algún lugar consagrado. Por suerte Salta
siempre tuvo varias iglesias para proteger a los vigilantes que caminaban las
calles o a los trasnochados de las juergas.
La viuda era otra
alma en pena, la de una mujer cuya marido infiel había muerto y por ello no
encontraba paz, por lo que hizo un trato con el diablo para vivir eternamente
vengándose de su marido en los hombres infieles. Así es que vestida con su ropa
negra deambulaba de noche para seducir a los incautos con su cuerpo voluptuoso
y sensual. Cuando el hombre seducido se acercaba para abordar a la solitaria
mujer que paseaba en la oscuridad se encontraba con un rostro cadavérico y en
descomposición que trataba de besarlo ocasionando la muerte del frustrado Don
Juan.
La
salamanca más famosa de Salta estaba ubicada en la quebrada que hay entre los
cerros Veinte de Febrero y San Bernardo y allí iban políticos, jugadores,
bailarines y músicos a hacer contratos con el diablo para que nadie los
superara en su arte.
La
leyenda del contrato con el diablo surge en la edad media, como la misma figura
del diablo que viene a la tierra a tentar a los hombres pues así puede
arrebatarle las almas a Dios.
En
la España medieval los moros ocuparon gran parte del territorio y luego de
siglos de luchas los cristianos controlaron la Península, uno de esos
territorios fue la provincia de Salamanca, en cuyas cuevas se decía que los
moros practicaban la brujería y convocaban al diablo. Esa idea de las cuevas
como lugares en los que se puede tratar directamente con el diablo fue la que
engendró la versión nacional llamada solamente salamanca.
El
familiar si bien tuvo y aún hoy tiene mayor vigencia como una leyenda rural,
hasta hace pocas décadas tuvo vitalidad en la ciudad y está vinculada a la
leyenda anterior del contrato con el diablo.
Sucede
que el contrato con el diablo requiere de la entrega del alma como pago por los
beneficios concedidos, sin embargo. Hay una variación en el contrato para
evitar entregar la propia alma y es saciar al diablo con las almas de otros, de
ese modo se prorroga la validez del contrato. La entrega de almas se puede
hacer con la entrega de víctimas que mueren misteriosamente y cerca de ellos se
ve a algún animal de características especiales. A ese animal se le llama
familiar y en la zona rural puede tener la forma de un toro, un perro, un tigre
o hasta un caballo, mientras que en la ciudad el animal es una gran víbora,
generalmente cubierta de pelos, un perro o hasta el típico gato negro. Decía
que es una leyenda con vitalidad porque hasta hace poco escuché explicaciones al
triunfo en empresas comerciales, políticas y artísticas atribuyéndolas a
contratos con el diablo.
En
la década de 1970 se decía que Daniel Toro debía su habilidad para componer y
ejecutar su música a un contrato con el diablo que no pagó a tiempo y por eso
le quitó la voz. En la década de 1980 se decía que Roberto Romero había
ascendido desde la pobreza hasta convertirse en gobernador por un contrato con
el diablo y que prueba de ello era que cada vez que encaraba una nueva empresa
alguien moría para pagar su tributo al diablo.
No
nos olvidemos de los duendes que acompañan al hombre en todas las culturas sólo
con algunas variantes y con distintas acepciones. En Salta la versión legada
por Europa a través de los conquistadores españoles se fusionó con la
prehispánica, dando la imagen de un niño de sombrero grande con una mano de
lana y otra de plomo que siempre anda haciendo travesuras en la casas,
especialmente si tienen higueras en los patios u horno de barro en el fondo.
La leyenda dice que
aparecen a la hora de la siesta, cuando los adultos duermen, y juegan con los
niños, tratando de llevarlos a su mundo. Las formas de evitarlo es arrojarle
estiércol o amenazarlo con el látigo o el cinto del hombre de la casa. Como los
hábitos de descanso y la disposición de las casas actuales han cambiado
reduciendo los espacios para árboles y hornos, se puede decir que los duendes
están en vías de extinción, pero por las dudas siempre bautizamos a nuestros
hijos para evitar que este ser fantástico se los lleve.
Aunque
me he encontrado con nuevas versiones científicas que tratan de explicar por
qué los duendes han tenido una vigencia tan larga en la historia de la
humanidad y dan explicaciones como que eran una raza de pigmeos europeos ya
extinta o de extraterrestres –por ello su forma pequeña y su aspecto humanoide-
todavía la ciencia no explica la sensibilidad del duende al estiércol y al
látigo del hombre de la casa.
Casos
personales
Hay
casos de personas que alcanzaron dimensión legendaria. En nuestra provincia el
más conocido es el de Güemes cuya fama y hazañas parecieran fruto del realismo
mágico de la literatura latinoamericana, sin embargo se trata de hechos
corroborados por la ciencia histórica y por lo tanto se trata de uno de esos
casos en los que la realidad superan a la ficción.
Hay
otros héroes de aquellos tiempos que tienen casi la misma dimensión legendaria.
Por ejemplo Juana Azurduy cuyas hazañas fueron poetizadas por Félix Luna en una
cueca musicalizada por Ariel Ramírez. Su personaje en la película de Leopoldo
Torre Nilsson “Güemes: la tierra en armas” fue protagonizado por Mercedes Sosa.
Juan
Antonio Álvarez de Arenales, cuyo sobrenombre ha quedado en la historia
popular. Era conocido como “El Hachado” porque estaba cruzado de cicatrices ya
que se lo había dado por muerto en más de una batalla. Por algo el monumento en
el medio de la Plaza 9 de Julio está dedicado a él.
Luís
Burela fue el caudillo que encabezó la resistencia gaucha después de que las
derrotadas tropas del Ejército del Norte se retiraron. El gauchaje aún recuerda
que cuando estaban reunidos deliberando el modo de resistir el avance realista
alguien preguntó con qué armas iban a luchar y entonces el caudillo contestó
“¡con las que les quitemos!”.
En
el siglo XX hay casos muy particulares que pasaron a la dimensión de la
devoción popular. Uno es el de la difunta Juana Figueroa, nacida a fines del
siglo XIX y asesinada por su marido el 21 de marzo de 1903. De ella se dicen
muchas cosas: que era hermosa, que una gran bondad habitaba en su alma, pero
que no fue fiel a su hombre. Se dice que el marido la hirió mortalmente y la
arrojó moribunda a un canal cercano al cementerio, donde terminaba la ciudad en
aquel tiempo. Se dice que la señora estaba embarazada y que agonizó durante
días en ese abandonado lugar. Cuando el cadáver fue descubierto se le comenzó a
rendir veneración y se ha establecido una suerte de culto que pasa de
generación en generación, en especial los días lunes en un santuario ubicado en
el canal donde -según la tradición- murió.
El escritor jujeño
Jorge Calvetti le escribió dos glosas, con lo que quedó testimoniada por la
literatura:
La
Juana Figueroa
Glosa
I
Alma
que pena y no pena.
Alma
que llora y no llora
así
dicen que es el alma
de
la Juana Figueroa.
Así
como pudo ser
de
tantos y tan ajena,
así
dicen que es la Juana
alma
que pena y no pena.
Que
se oye al atardecer
y
otras veces a deshora
una
voz diciendo que es
alma
que llora y no llora.
Que
encuentra en el fuego frío
y
en las tormentas la calma.
(Lo
mismo que era su cuerpo
así
dicen que es el alma).
Mucha
y poca, blanda y dura,
cielo
y tierra, santa y loca,
así
me han dado las señas
de
la Juana Figueroa.
—Nadie
buscaba aquí lo que encontraste:
la
certeza,
por
eso no estás muerta.
La
carne mendigaba también entonces
y
tú vivías en el destino de los hombres
como
el viento que se envuelve, apasionado, en
los
árboles
y
siempre cede y calla.
Alma
que eras un cuerpo,
acompañada
y sola te verían,
como
ahora que te nombro
mientras
el tiempo te hace reverencias.
Cuando
paseabas por el campo,
¿Fueron
la fácil sed, el acto, los deseos,
las
anónimas flores que hoy crecen en tu tumba?
¿Eras
una mujer,
¿O
eras, como la vida,
una
dádiva loca que todos devolvían temerosos,
porque
enloquece, a quien, de veras, la recibe?
¿Eras
la santidad, alegría de los otros,
o
la inocencia que se ignora?
¿O
creerías, acaso,
que
era tu misión sobre la tierra
devolver,
como las rosas,
la
caricia del sol que les dio vida?
—“Hombres
igual que muertes
me
llevaron callados;
como
con una marca
con
placer me marcaron;
y
una noche de luna,
de
galopes y abrazos,
destrozaron
mi cuerpo
como
se quiebra un vaso”.
—Oh
tierra donde todos sembraron
eras
el todo-amor, toda-de-amor, por eso
lucero
de infortunios,
la
muerte recogió en los caminos,
los
esparcidos días de tu corazón.
—“La
muerte como un hombre
se
ha acostado conmigo;
pesa
sobre el silencio
como
un cuerpo dormido;
yo
voy con la memoria
y
los ojos perdidos,
hundiéndome
en las sombras
de
un país infinito”.
—Porque
amabas te amaron.
Tu
amor era una antorcha
que
los hombres alzaban para quemar tristeza.
Con
ella se hacían señas
de
cerro a cerro, de placer a placer, de pena a pena,
y
un día —oh menesterosa— de quietud te vistieron
y
tristes lunes para siempre.
—“Voces
color de olvido
me
han robado los sueños;
nubes
color de noche
me
escondieron el cielo;
de
todo lo vivido
sólo
me queda un eco
que
despiadadamente
me
repite que he muerto”.
Glosa
II
Ando
ciego y vivo triste
porque
siempre estoy pensando
que
me sigue acompañando
la
sombra de lo que hiciste.
Porque
una vez me quisiste
ya
no te pude olvidar
y
hoy que te quiero mirar
ando
ciego y vivo triste.
Yo
te he de seguir amando
—esa
es la ley del amor—
aunque
crezca mi dolor
porque
siempre estoy pensando
que
hubo un cómo y hubo un cuándo
que
terminaron conmigo
y
hoy tu sombra es el testigo
que
me sigue acompañando
Ando
ciego y vivo triste,
ya
no tengo claridad,
me
nubló la humanidad
la
sombra de lo que hiciste.
Otro caso de un alma
milagrosa consagrada por la devoción popular es la de Pedrito Sangüeso a quien
los estudiantes solían apromesarse llevándole sus carpetas y cuadernos como
ofrendas al cementerio.
Pedro Pablo Sangüeso
fue violado y brutalmente asesinado el 19 de mayo de 1963 cuando contaba con
seis años de edad. Aparentemente el padrastro fue el autor de este crimen, fue
acusado y estuvo varios años en prisión. No existen demasiados detalles sobre
la vida de este niño y algunos aspectos se deducen de las placas que se dejaron
como homenaje en su tumba en el cementerio de la ciudad de Salta.
Hay
muchas otras leyendas que se tejen en torno a personas y lugares, como el Cerro
San Bernardo, y otros que aún están en formación y que son motivo de libros que
están por escribirse. Ese es el desafío de las nuevas generaciones.
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