El increíble viaje de
John Carter
Edgar Rice
Burroughs (1875-1959) es mundialmente conocido por una de sus ficciones
literarias que tuvo tanto éxito que se trasladó de los folletines a los cuadros
de las historietas, al cine y a la televisión en sucesivas versiones de ida y
vuelta, pues no hay nadie de los nacidos del siglo XX a la actualidad que no
haya conocido a Tarzán, el legendario
rey de los monos que con su grito concita
a las fieras de la jungla para luchar contra los villanos de turno.
Hay tantas
versiones del mítico héroe que la fama de la creatura ha opacado a su creador
pues si todos conocen a Tarzán, pocos conoces a Edgar Rice Burroughs por su
nombre y menos por su trayectoria literaria que es bastante amplia y
fundamental en el género de la ciencia ficción.
Entre sus
muchas creaciones, antes que pergeñara la figura de Tarzán, perpetró otro
héroe, adelantándose por lo menos dos décadas a Buck Rogers y a Flash Gordon y
elevando la mirada y las mentes de los lectores hacia otros mundos en los
cielos como escenarios de aventuras humanas. Su John Carter que aparece en Under the Moons of Mars en 1912 como
folletín y luego compilado en libro en 1917 con el título Una princesa de Marte. El héroe interplanetario de Burroughs había
comenzado su periplo peleando la Guerra de Secesión en Norteamérica y siguió
sus luchas en las arenas de Marte, en el reino de Barsum.
El viaje
interplanetario se resolvió más de modo fantástico que científico -en una clara
transición entre el relato fantástico y el de ciencia ficción-aunque ya sus
predecesores Julio Verne y Herbert Wels apelaban a los adelantos científicos y
dedicaban capítulos ala explicación del funcionamiento de las máquinas
novedosas. Para Burroughs el viaje de su héroe era prácticamente mágico y los
seres a los que se enfrentaba parecían más bien mitológicos, dentro de lo que
hoy llamaríamos “fantasy”.
Carl era un
niño (1934-1996) que se fascinó por las aventuras del héroe en Marte y deseó
tanto compartir ese mundo que durante tardes enteras se pasaba en el campo con
los ojos cerrados y las manos extendidas hacia el cielo, esperando abrirlos y
encontrarse en las rojas arenas de la aventura, pero la magia no acontecía. Sin
embargo, no se dejó vencer por la frustración y con el paso de los años el niño
se hizo joven y fue a la universidad donde estudió astronomía y astrofísica.
Cuando se
convirtió en profesional trabajó para la NASA y participó de las empresas que
llevaron las sondas Viking a Marte y las Voyager que ahora están en los límites de nuestro
sistema solar.
La ficción
alimentó la fantasía de un niño y ella nutrió el proyecto de un hombre que, al
cabo de los años, cumplió sus anhelos y pudo abrir los ojos en las rojas arenas
de Marte.
Ese fue el
legado de Carl Sagan que siempre expresó su deuda con el ficticio John Carter,
su inspiración para viajar a Marte.
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