viernes, 10 de abril de 2020

Garibaldi Pum


"E non è vero que è morto
Garibaldi, pum
Garibaldi, pum,
Garibaldi, pum."

LAS AVENTURAS DE GIUSEPPE EN TIERRAS DE NUEVO MUNDO

            Cuando era niño y recién el televisor comenzaba a ser acusado de restar tiempo y creatividad al sano entretenimiento infantil, de vez en cuando leía historias de aventuras que alimentaron mi imaginación y, más tarde, mis deseos de escribir.
            Julio Verne y Emilio Salgari fueron los maestros de la aventura que crearon paisajes exóticos en mares llenos de aventuras, con selvas pobladas de tigres a los que el héroe enfrentaba con sólo un cuchillo, para terror de sus enemigos y admiración de la mujer que pretendía.
            Luego, descubrí que la historia estaba llena de aventureros heroicos que habían realizado mejores proezas que las imaginadas por los escritores con un José “Pachi” Gorriti que mata a un tigre con su cuchillo; un Guillermo Browm que con una flota de barcos improvisados y gauchos marineros ponía en fuga a las poderosas armadas del Brasil, Gran Bretaña y Francia; un Bouchard que arrasaba los océanos de sur a norte para aterrorizar a la flota realista; de mujeres que guiaban milicias aguerridas que derrotaban a ejércitos imperiales.
            Así también descubrí que el héroe de la unificación italiana legó a la posteridad de los jóvenes lectores de aventuras un libro, su libro, las Memorias que el mismo Alejandro Dumas ayudó a corregir antes de su publicación.
            En el común de la gente el nombre de Giuseppe Garibaldi remite inmediatamente a la unificación italiana del siglo XIX; sin embargo este héroe merecedor de varias estatuas ecuestres a un lado y el otro del Atlántico participó en tantas guerras que sólo la providencia puede explicar como vivió para llegar a relatarlas en su vejez, sobreviviendo a la muerte de esposas e hijos.
            Giussepe Garibaldi fue marino de carrera y, por lo tanto, sus viajes lo pusieron en contacto con muchos conflictos en un mundo convulsionado que anunciaba el nacimiento de los estados modernos.
            El marinero profesional dio paso al líder y se embarcó en las luchas por la unificación italiana independizando reinos que estaban sometidos a otras naciones, como Austria y Francia, pero esa desigual contienda entre pequeños reinos contra grandes potencias llevaron a Giuseppe Garibaldi al exilio en América.
            Como es sabido, las luchas por las independencias de los estados americanos y la lucha por la conformación de los estados europeos estaban vinculadas a intereses supranacionales digitados por logias secretas.
            El héroe de la unificación italiana estuvo integrado a dos logias que lo llevaron a continuar con la tarea que dejó inconclusa en Italia, por ello en Brasil se unió a las fuerzas independentistas y en Uruguay se enfrentó a la escuadra naval del gobierno de Juan Manuel de Rosas que por aquellos años enfrentaba a los opositores que se refugiaban en la Banda Oriental de Uruguay con ayuda de una coalición franco británica.
            En esos ríos tan disputados -y aún hoy fuente de conflictos- fue que Bowm y Garibaldi midieron fuerzas y allí fue que nuestro gran almirante mostró su superioridad estratégica derrotando al héroe italiano y luego manifestó su grandeza dejándolo huir con sus derrotados marineros.
            La magnanimidad de Browm ocasionó que Giuseppe Garibaldi pudiera reunir a sus italianos y formar “La Legión Italiana” que defendió exitosamente la ciudad de Montevideo del asedio de las tropas leales a Rosas y después armó una nueva flota con el apoyo de ingleses y franceses con los que tomó la isla Martín García, las ciudades de Gualeguaychú y Salto.
En 1839 había conocido en Laguna, estado de Santa Catarina a Ana Maria de Jesus Ribeiro con quien se casó en 1842. Esa mujer que la posteridad conoce como Anita Garibaldi le dio cuatro hijos, Menotti, Rosita, fallecida con dos años, Tersita y Ricciotti. Lo acompañó a su regreso a Italia y en su lucha por la independencia de los reinos europeos murió a causa de la fiebre tifoidea mientras eran perseguidos por un ejército de españoles, franceses y napolitanos.
            La derrota en Italia lo llevó a un nuevo exilio por África y nuevamente a América, donde fue recibido por Manuela Sáenz, la amante de Bolívar en Perú, con lo que continuó alimentando su imagen de luchador internacional por el ideal de la independencia.
            Después de esos viajes regresó a Italia y compró la isla de Caprera desde donde retomó la guerra para unificar Italia y fue en su paso por Sicilia que conoció a Alejandro Dumas que por aquellos años estaba instalado allí y con quien cultivó una gran amistad.
            En 1861, el Presidente Abraham Lincoln invitó al ya conocido héroe italiano a formar parte de sus ejércitos en la guerra contra la Confederación separatista, conocida como la Guerra de Secesión o de Norte contra Sur, sin embargo Garibaldi rechazó la propuesta y regresó a Europa con la ambición de liberar otras naciones ocupadas como Croacia, Grecia, Hungría, pero no logró concretar sus proyectos.
            Poco después luchó en la guerra franco-prusiana para defender la ciudad de Dijon e impulsar la instauración de la república en Francia y regresó a Italia para asumir por poco tiempo el cargo de diputado.
            En 1882 falleció en la isla de Caprera dejando contradictorias imágenes a ambos lados del Alántico, para algunos fue el héroe independentista de dos continentes, para otros un pirata, esclavista, ladrón de caballos y mercenario. Tanto una como otra versión pueden encontrar asidero en sus Memorias que lo suman a los escritores de novelas de aventuras.
            Hoy la historia lo recupera en estatuas de bronce en distintas partes del mundo, pero en esta parte del globo, algunos recuerdan un fragmento de una canción cantada en rondas infantiles y que he utilizado como epígrafe.


* Lic Rafael Gutiérrez


El increíble viaje de John Carter


El increíble viaje de John Carter
Edgar Rice Burroughs (1875-1959) es mundialmente conocido por una de sus ficciones literarias que tuvo tanto éxito que se trasladó de los folletines a los cuadros de las historietas, al cine y a la televisión en sucesivas versiones de ida y vuelta, pues no hay nadie de los nacidos del siglo XX a la actualidad que no haya conocido a Tarzán, el legendario rey de los monos que con su grito concita  a las fieras de la jungla para luchar contra los villanos de turno.
Hay tantas versiones del mítico héroe que la fama de la creatura ha opacado a su creador pues si todos conocen a Tarzán, pocos conoces a Edgar Rice Burroughs por su nombre y menos por su trayectoria literaria que es bastante amplia y fundamental en el género de la ciencia ficción.
Entre sus muchas creaciones, antes que pergeñara la figura de Tarzán, perpetró otro héroe, adelantándose por lo menos dos décadas a Buck Rogers y a Flash Gordon y elevando la mirada y las mentes de los lectores hacia otros mundos en los cielos como escenarios de aventuras humanas. Su John Carter que aparece en Under the Moons of Mars en 1912 como folletín y luego compilado en libro en 1917 con el título Una princesa de Marte. El héroe interplanetario de Burroughs había comenzado su periplo peleando la Guerra de Secesión en Norteamérica y siguió sus luchas en las arenas de Marte, en el reino de Barsum.
El viaje interplanetario se resolvió más de modo fantástico que científico -en una clara transición entre el relato fantástico y el de ciencia ficción-aunque ya sus predecesores Julio Verne y Herbert Wels apelaban a los adelantos científicos y dedicaban capítulos ala explicación del funcionamiento de las máquinas novedosas. Para Burroughs el viaje de su héroe era prácticamente mágico y los seres a los que se enfrentaba parecían más bien mitológicos, dentro de lo que hoy llamaríamos “fantasy”.
Carl era un niño (1934-1996) que se fascinó por las aventuras del héroe en Marte y deseó tanto compartir ese mundo que durante tardes enteras se pasaba en el campo con los ojos cerrados y las manos extendidas hacia el cielo, esperando abrirlos y encontrarse en las rojas arenas de la aventura, pero la magia no acontecía. Sin embargo, no se dejó vencer por la frustración y con el paso de los años el niño se hizo joven y fue a la universidad donde estudió astronomía y astrofísica.
Cuando se convirtió en profesional trabajó para la NASA y participó de las empresas que llevaron las sondas Viking a Marte y las Voyager  que ahora están en los límites de nuestro sistema solar.
La ficción alimentó la fantasía de un niño y ella nutrió el proyecto de un hombre que, al cabo de los años, cumplió sus anhelos y pudo abrir los ojos en las rojas arenas de Marte.
Ese fue el legado de Carl Sagan que siempre expresó su deuda con el ficticio John Carter, su inspiración para viajar a Marte.

COMER, BEBER, PODER


En un lugar de la Argentina cuyo nombre sí quiero recordar…

            Al norte de la República Argentina hay, en un fértil valle, una ciudad regada de ríos y protegida por montañas, la que fundara un 16 de abril de 1582 el Licenciado Don Hernando de Lerma. Fue guiado hasta ahí por los nativos aliados que le indicaron que había un valle hermoso en el que el maíz crecía más alto que un hombre. Como era costumbre bautizó a la ciudad con su nombre y como referencia puso el valle de Sakta. Poco tiempo después el nombre de Lerma fue borrado por los pobladores y la ciudad comenzó a llamarse por la referencia topográfica hasta que la fuerza de la costumbre la mantuvo por el mal pronunciado vocablo cacán como “Salta”.
            El escaso poblado que rodeaba a la plaza, al Cabildo, a la Catedral y a algunas otras iglesias no obstaba para que recibiera el nombre de ciudad, aunque la mayor parte de la población se distribuía en las grandes mercedes de tierra que la rodeaban, en las que cultivaban el sustento diario: una gran variedad de papas, zapallos y calabazas, trigo y maíz, mientras que las algarrobas naturalmente regaban sus bayas de las que se alimentaban las cabras. Esos mismos frutos servían desde tiempos preincaicos para preparar la aloja que junto a la chicha de maíz y el vino -introducido por los europeos- se volvió infaltable en las fiestas sagradas y profanas.
            La ciudad –más de nombre que de dimensión- fue escenario de milagros y de enfrentamientos por la independencia de estas crueles provincias en la que hombres y mujeres de distintas etnias y procedencias marchaban de sur a norte, llevados por los avatares de las contiendas. Hasta que, entrado el siglo XX, este lejano punto en el mapa de un dilatado país comenzó a recibir a las familias que atravesaron el océano en busca de una nueva patria. La ciudad de aspecto colonial fue creciendo hacia la estación de trenes inaugurada en 1891 y hacia los ríos, con turcos, gallegos, rusos, tanos y otros gringos, cada uno delatado por sus rasgos y su acento por el uso de una lengua distinta a la materna, con sus hábitos y gustos por la bebida y la comida. Gracias a eso, pronto las mesas se enriquecieron con pastas, tartas, salsas, ensaladas, revueltos, paella, estofados y variados guisos, que desde entonces convivieron con los asados y pucheros, las empanadas, los tamales, las humitas, el locro, el guaschalocro, el api, el anchi, el tulpo, la carbonada y los picantes.

            Una ventana al pasado remoto
A principios del siglo XXI vemos a la ciudad como un conglomerado de gentes y espacios disponibles para ser descubiertos, aún en una que ya creemos conocer. Por ejemplo en el centro histórico de la ciudad de Salta, si uno da una vuelta en torno a la Plaza 9 de Julio puede encontrar la Basílica Mayor, la antigua casa de gobierno convertida en Centro Cultural América y varios comedores, cafés y confiterías frecuentados por visitantes y locales entre los que uno puede hallar músicos, poetas y artistas de distinta índole departiendo amablemente con un café o unas empanadas. Por ello es que hay una estatua dedicada al Cuchi Leguizamón, porque ese notable músico frecuentaba el lugar arduamente para reunirse con sus contertulios al mediodía.
También hay varios museos, uno de ellos, el más antiguo en una vieja construcción que data de tiempos coloniales, está el Museo Histórico del Norte,  cuyas salas nos llevan por un recorrido diacrónico que comienza con los testimonios de los primeros pobladores de la región. Esas piezas arqueológicas nos remiten al principio de los tiempos del hombre en estos valles, cerros y quebradas. A esa etapa se la llama prehistoria, porque no hay textos escritos que den cuenta de su vida cotidiana, sus creencias, sus logros y aspiraciones, sólo quedan restos de civilizaciones de otro tiempo: utensilios y modelados en cerámicas y piedras que acusan la huella de los cambios de hábitos de esos pobladores para dar origen a lo que ahora llamamos poblaciones sedentarias. Son piezas que nos refieren  los primeros momentos del neolítico hasta los últimos doscientos años de historia e invitan a la reflexión sobre el papel crucial que tuvo la comida para que la humanidad sea lo que hoy conocemos.
            El desarrollo de las grandes culturas se debió al descubrimiento de alimentos renovables y no perecederos. En ese período conocido como "revolución neolítica" -por el cambio técnico en el trabajo con la piedra- coincide con el sedentarismo por la domesticación de vegetales y animales que aseguraron la provisión regular de comida.
            Si el hombre fue nómade se debió a que debía trasladarse en dirección del alimento, ya sea vegetal o animal, que variaba según las épocas del año. Cuando la humanidad  descubrió que algunas especies podrían ser reguladas para que permanecieran y se reprodujeran en su mismo lugar, los grupos cambiaron los hábitos de la caza y recolección por los de pastoreo y cultivo.
            Como las variedades vegetales y animales son diferentes en el mundo, cada pueblo adoptó como base a aquel que se desarrollaba en su zona. El lejano Oriente adoptó el arroz, el medio Oriente y Europa domesticaron el trigo y América hizo lo propio con el maíz. Junto a estos alimentos base había otros que los complementaban permitiendo a los cuerpos crecer, reconstituirse, regular la temperatura y la salud.
            Especialmente ligadas a estas dos últimas necesidades se desarrollaron las llamadas bebidas estimulantes, derivadas de plantas cuyo valor nutritivo no era preponderante pero sí rico en otros beneficios. Europa desarrolló el vino, la cerveza se extendió por África y Europa, el chocolate fue la bebida de Centro América, la chicha y el mate de Sud América, el licor de arroz y el té se desarrollaron en lejano oriente y el anís y el café en medio oriente.
            Sin embargo las necesidades humanas no son sólo fisiológicas sino de diferentes índoles y por lo tanto son denominadas culturales. Entre ellas podemos considerar las de orden intelectual y espiritual. De allí la selección de los alimentos para distintas funciones: fiestas o celebraciones religiosas o profanas, medicinales, embriaguez por esparcimiento o ritual.
            Cubrir las necesidades de las comunidades a medida que crecían y diversificaban sus actividades ocasionó el desarrollo de los liderazgos personalizados. Esos líderes se encargaban de dirigir la producción, el acopio y la distribución de alimentos. A medida que se especializó esa capacidad, la contribución voluntaria a los depósitos comunitarios fue trocándose por un tributo a los soberanos.
            El aumento del poder de una clase estuvo ligado al conocimiento de los factores naturales que incidían en la producción de alimentos, su distribución y en su aplicación a distintas finalidades.
            La predicción del tiempo, el cambio de estaciones, la variantes en los caudales fluviales con la confección de calendarios, la construcción de silos de acopio, diques, canales y el establecimiento de medios para defenderlos (murallas, fosos, ejércitos) hicieron a sacerdotes y guerreros seres especiales sin los cuales la comunidad quedaba a merced de los enemigos: las otras comunidades o los caprichos de la naturaleza.
            El acopio de los excedentes y la capacidad para defenderlos aseguró el poder de unas comunidades sobre otras. Tomemos como ejemplo al pueblo judío que se entregó mansamente a los egipcios en un período de escasez o a los incas que montaron un imperio sobre la base de la administración de los recursos de producción y distribución.
            Si continuamos con una revisión de la historia antigua vemos  en el imperio romano un testimonio de esa relación entre alimento y control del poder en el famoso dicho latino: "al pueblo hay que darle pan y circo". Es muy ilustrativo al respecto de la importancia de entretener estómagos y cerebros para conservar el poder.
            Durante la conquista hispánica de América, buena parte del poder jesuita se centraba en la administración de la producción de alimentos que se intercambiaban entre las distintas misiones para asegurar una provisión permanente, junto al vino que era indispensable para el rito católico. Además, en la zona litoraleña y del Paraguay la producción de yerba mate permitía entretener los estómagos de los indígenas y contar con excedentes para comercializar en distintos puntos del dilatado imperio español. Práctica que quedó testimoniada en una variedad de utensilios domésticos destinados a preparar la infusión que, si bien puede beberse como un té, se consume mayoritariamente sorbiéndola con una bombilla de un pequeño recipiente que se comparte con los convidados del momento.
            Andando el tiempo, las que fueran colonias se emanciparon de su señor ultramarino y comenzaron a disputarse el vacío de poder en el que las intenciones declamadas públicamente diferían de las acciones ejecutadas en pos de asegurar el control sobre un espacio con muchos partícipes. De hecho, la simple confrontación de un mapa actual a los distintos del siglo XIX testimonian en qué breve lapso se ha transformado el territorio por cambios políticos que van desde la crisis del poder virreinal hacia 1810 hasta el primer centenario en el que la República Argentina celebró su inserción en el concierto internacional de las naciones modernas.
            Nuestra historia política registra hacia fines del siglo XIX una facción del partido conservador conocida como los "chupandinos"  porque, ante una endeble democracia, atraían a los votantes por el reparto de empanadas y vino, siguiendo de algún modo la tradición de romana entretener vientres y mentes. No en vano nuestra actual legislación electoral prohíbe la venta de bebidas alcohólicas durante los comicios.

            Una mirada al futuro
            Después de recorrer las calles de la ciudad que nos muestran los rastros del pasado en su presente, nos es propicio levantar la mirada hacia un horizonte ondulante, hecho de cerros que obligan a ver hacia el cielo con proyección hacia el futuro.
A las puertas del tercer milenio, cuando el mundo se propone globalizarse en una sola pancultura, vemos con preocupación que aún enfrenta el problema de la irregular distribución de los recursos alimenticios. Y no hablemos sólo de las comunidades enteras de países periféricos que padecen el flagelo del hambre y la sed sino dentro de países –como el nuestro- donde la producción de alimentos parece óptima pero muchos sectores sufren la desnutrición.
            En estos momentos Japón -un país de escaso territorio con una gran densidad poblacional, con una inmensa capacidad de desarrollo y que ha pasado por los flagelos del hambre- propone ante las Naciones Unidas la creación de un fondo mundial de alimentos para evitar las hambrunas que aún azotaron y azotan a la humanidad.
Tal vez ha llegado el momento en que el mundo avance hacia una conciencia solidaria del compartir.
            Después de todo, el avance de la civilización ha desplazado los mecanismos de consecución y control del poder a otras construcciones culturales que no pasan necesariamente por la producción y distribución de alimentos.

Paso revista


Todas las mañanas
me levanto, recorro
el campo santo y hago
mi prolija
nómina de huesos

En el recuento
de los de ayer
y en el descuento
de los de mañana

Me aseguro
de que no estén
los míos

Sólo entonces
vuelvo a mis
tareas cotidianas
y no sé si agradecer
o maldecir
por mi falta
en el inventario

LEYENDAS DE AYER Y DE SIEMPRE


LEYENDAS DE AYER Y DE SIEMPRE
De Lippe, Felipe Mendoza
Los bestiarios forman parte de un género casi olvidado que tuvo importacia en su momento particular de la historia de la cultura. Proliferaron como género en la Edad  Media. En ellos se catalogaban a los animales, en especial a aquellos de tierras ignotas al que los pobladores de un mundo limitado no podían acceder e iban acompañados de ilustraciones realizadas en base a los testimonios fidedignos de viajeros y exploradores.
Esos libros hechos por testimonios de viajeros daban cuenta de una fauna fabulosa en la que convivían ballenas, jirafas, dragones, pigmeos, gigantes y tapires. Con el cambio de mentalidad del mundo moderno esos caóticos catálogos cayeron en descrédito y fueron reemplazados por las rigurosas taxonomías de los naturalistas. Sin embargo, cada tanto muchos de esos seres relegados al mundo fantástico se hacen presentes en el mundo cotidiano para espanto del pensamiento positivo y racional. En el afán de conjurarlos, reaparecen los catálogos, entre los más famosos podemos citar al Manual de zoología fantástica y El libro de los seres imaginarios de Jorge Luis Borges o Criptozoología que, con un afán más científico, trata ese fronterizo mundo de lo registrado por testigos pero con falta de pruebas materiales para confirmar el testimonio.
Dentro de ese universo de seres que acompañan a la humanidad desde que es tal se instala el libro Leyendas de ayer y de siempre de Felipe Mendoza. Un libro que surgió como una sección de publicación regular, a instancias del pedido del director de la revista La Gauchita, Eduardo Ceballos. El reconocido escritor salteño necesitaba para su publicación de una sección que diera cuenta de los seres legendarios de la región, porque La Gauchita es un espacio propicio para el folklore y Felipe Mendoza acumula una larga experiencia en la investigación sobre la mitología de la región que narrativizó en la novela gráfica La leyenda del Ucumar y representó en la versión animada del mismo título.
Por lo tanto Leyendas de ayer y de siempre de Felipe Mendoza es un bestiario que se instala en el siglo XXI para dar cuenta de una amplia fauna que convive con nosotros esquivando las afirmaciones y negaciones de la ciencia, a la espera de que más testigos sigan dando cuenta de su pervivencia.