lunes, 12 de octubre de 2020

Representación de las lenguas prehispánicas

 

Representación de las lenguas prehispánicas

 

                Las lenguas prehispánicas eran numerosas y en su gran mayoría eran ágrafas, mientras que algunas culturas habían desarrollado distintos modos de registro de la memoria, externa a la memoria biológica y mental. Esos registros son los que denominamos de modo amplio como "escritura". Sin embargo no todos esos modos de representación respondían a la lógica fonocéntrica y lineal en el sentido en el que han evolucionado los sistemas de escritura de las culturas desarrolladas en torno al Mediterráneo.

                Cuando los españoles llegaron a América en el siglo XV, contaban con un sistema de escritura desarrollado a partir de la representación fonética que elaboraron las culturas del Mediterráneo y aglutinadas por Grecia y Roma.

                El sistema de escritura basado en la representación de fonemas discretos llevaba más de mil años en Europa cuando tomaron contacto con culturas que no respondían a su lógica de representación, entre ellas las culturas americanas. Es por ello que lo consideraban el mejor -o tal vez el único- modo de representar gráficamente las palabras.

                Cuando los misioneros reconocieron que los mesoamericanos tenían bibliotecas y en los frisos y murales repetiían los mismos caracteres, solicitaron a los informantes que les dieran su alfabeto para poder realizar traducciones. Los mesoamericanos entendieron los que los misioneros pedían y les dieron el sistema de equivalencias, pero la totalidad de su escritura dejaba un gran margen de representaciones por fuera de ese sistema fonético.

                En la América Andina los misioneros notaron que los Incas y otras naciones cercanas no tenían nada que se parecieran a lo que conocían como escritura, sólo vieron representaciones pictóricas en paredes, artesanías, alfarería y tejidos, a los que consideraron simples ornamentos. En el caso de los quipus, reconocieron su función práctica, aunque lo equipararon a los instrumentos que conocían y los supusieron similares a los ábacos, entonces dijeron que eran un instrumento para realizar cuentas o registros contables. Recién ahora, con el desarrollo de la tecnología informática se está comprendiendo que es una escritura que responde a una representación tridimensional.

                Una gran dificultad para la transmisión de esos sistemas de escritura y su comprensión fue el problema de la conquista, porque para consolidar el dominio los europeos se encargaron de romper las líneas de formación de las nuevas generaciones con las destrucción de escuelas, bibliotecas y la muerte de las clases dirigentes y docentes.

                Si bien hubo misioneros preocupados por el conocimiento y la comprensión de las culturas de los conquistados, por ello reunieron informantes y aprendieron su lengua, pero accedieron sólo a un conocimiento cercenado y, por lo tanto, limitado.

                En el siglo XX, con el desarrollo de las ciencias sociales, se llevaron a cabo distintos trabajos de registro y rescate de culturas y lenguas, sin embargo, chocó con el problema de que después de tantas generaciones de persecución y estigmatización, los informantes desarrollaron estrategias de ocultamiento, a tal punto de que eluden los intentos de registro de los investigadores.

                Por ejemplo, el caso del Kakán, una lengua extendida por todo el actual territorio del Noroeste argentino, se la consideró durante mucho tiempo extinta y sólo registrada por topónimos y antropónimos, algunos en duda todavía. Sin embargo, a principios del siglo XXI se descubrió que la lengua había pervivido en una profunda y secreta diglosia, por lo tanto los investigadores no pueden acceder a ella porque requerirían un altísimo grado de aceptación por parte de sus hablantes, cada vez más reducidos por la disminución de las comunidades que la compartían.

 

martes, 21 de julio de 2020

Escritos imprudentes, de la crónica al ensayo


El siguiente texto fue presentado en el encuentro "De crónicas y ciudades. La tibia garra testimonial 2" dentro del eje Eje d. Crónicas y testimonios: políticas de la memoria y poéticas del duelo, realizado durante los días 2, 3 y 4 de octubre de 2019



Escritos imprudentes, de la crónica al ensayo
Rafael Fabián Gutiérrez
CIUNSa  Proyecto  de
Investigación N° 2463

Introducción
            José Pablo Feinmann es muy conocido por su trascendencia mediática, ya que durante el desarrollo de los programas culturales y educativos de la TV Pública, realizó ciclos de divulgación sobre filosofía, política e historia. Sin embargo esa tarea había comenzado mucho antes en medios de prensa escrita, pero en espacios que no eran masivos, pues las revistas publicadas por Ediciones de La Urraca y el diario Página 12 estaban orientados a lectores reflexivos que se tomaran su tiempo para detenerse en artículos de opinión de mucha elaboración, a diferencia de otras publicaciones de prensa que preferían la síntesis para la lectura informativa rápida.
            Por otra parte desarrolló otra tarea escritural con varias novelas y guiones cinematográficos, de los cuales las más conocidas son las que dieron lugar a películas como “Los últimos días de la víctima”, “Ni el tiro del final” y  “Eva Perón” de 1996 con dirección de Juan Carlos Desanzo y protagonizada por Ester Goris.
En esta ponencia nos detendremos sobre algunos de los temas del libro Escritos imprudentes. Argentina, el horizonte y el abismo de J. P. Feinmann, hecho a partir de la reelaboración de los artículos que publicó en diario Clarín, en las revistas Radar, 3 Puntos, Latido, Mercado y Página 30, que se iniciaron como una opinión en un contexto y que luego se incorporaron a una reflexión más amplia en forma de ensayo y en sus novelas.

            El escritor y su trayectoria
            La Doctora Rita De Grandis es la investigadora que ha desarrollado el estudio más amplio e integral sobre la producción de José Pablo Feinmann relevando los distintos aspectos de su labor escritural en diversos medios. Ella afirma sobre su obra periodística:
El periodismo columnista que practica Feinmann da cuenta de una estrecha relación entre las prácticas de lectura de la literatura y el periodismo en el proceso de producción que es el acotado territorio de lo nacional. Casi más de la mitad de la obra de Feinmann se compone de textos publicados en periódicos. Constituye un corpus vasto y heterogéneo, organizado en torno de un yo unitario y consistente que rige su escritura. (De Grandis, 2006: 94)

Por lo que reconoce que de acuerdo con los medios para los que escribe:
Su temática irá variando conforme al sustento empírico en el que se apoya, regido por las diversas coyunturas políticas que  atraviesa la Argentina, desde el periodo de la transición democrática hasta el presente. Las notas de Feinmann transitan debates cotidianos, identificaciones y rechazos de sus constantes lecturas y relecturas. (De Grandis, 2006: 94)

Juan Pablo Feinmann trasciende la inmediatez temporal del artículo realizado para medio de prensa con una tarea continua de recopilación y reescritura:
Además de la publicación de la prensa periódica, casi todas las notas han sido editadas en forma de libro. Estas notas mantienen una relación muy estrecha con sus ensayos; son formas breves del ensayo que luego extiende o integra en un esquema más amplio. (De Grandis, 2006: 94)

            Había dicho anteriormente que la labor de divulgación y opinión del escritor y periodista José Pablo Feinmann comenzó mucho antes en medios de prensa orientados a un lector reflexivo e interesado por el acontecer político nacional. Eso ocurrió específicamente en la revista Humor entre 1983 y 1999, dentro de una publicación emblemática que, bajo la dirección de Andrés Cascioli, desafió la represión y la censura del Proceso a partir de 1978. El medio había logrado una inserción como una revista satírica que se fundaba en una larga tradición argentina que databa de los tiempos de Rosas, lo que le permitió a la dirección deslizar progresivamente notas de opinión sobre la actualidad nacional y su vínculo con el pasado inmediato. Dentro de ese perfil es que la figura de José Pablo Feinmann se adecua oportunamente para producir lo que el mismo autor califica de ensayos surgidos de un encuadre teórico que le permite interpretar su momento.
Las notas de Humor son ensayos breves, pequeños artículos de opinión de los que prima la disquisición ideológica vinculada al revisionismo histórico. El peronismo y la reciente inaugurada democracia son un tema central que aporta una de las líneas de fuerza que otorga unidad a toda la serie. En todas estas notas se insiste sobre las elecciones pasadas y sobre las presentes. (De Grandis, 2006: 99)

            En 1991 se unió al diario Página 12, medio de prensa escrita que reunió un equipo de colaboradores con un perfil similar al de Humor, pues convocaba a redactores jóvenes junto a quienes retornaron del exilio con la democracia y a aquellos que habían sobrevivido sin salir del país. Los redactores que compartieron alternativamente la contratapa del diario se propusieron un plan de revisión del presente a partir de las herencias del periodo desde el cual provenían, las décadas del 1960 y 1970, como etapas de formación y de luchas truncadas por el “Proceso de reorganización nacional”.
            Esa etapa en la que escribe sobre otros temas para otros medios de prensa, coincide con el ascenso del Menem al gobierno nacional y la consecuente transformación del país que varios intelectuales denunciaron como nuevas formas de violencia provocadas por las políticas del Estado o por sus organismos, en un contexto internacional marcado por el fin de la guerra fría, la caída del muro de Berlín y el consecuente triunfalismo norteamericano que, al considerarse ganador de la contienda, pretendía imponer su pensamiento homogeneizador sobre todas sus áreas de influencia.
            Un medio como Página 12, integrado por redactores con experiencia política y con gran interés por desarrollar una reflexión entre sus lectores, no dejó pasar por alto ninguno de esos acontecimientos y, en ese contexto, José Pablo Feinmann tomó acontecimientos de fuerte repercusión social para analizarlos y llevarlos más allá de la noticia de prensa del momento. Resultado de esa tarea regular y sostenida en el medio de prensa es que publica en 2002 Escritos imprudentes. Argentina, el horizonte y el abismo, prácticamente una compilación de sus artículos de contratapa en Página 12 durante la última década del siglo XX.
Los 90 fueron también escenario de nuevos episodios de violencia que caracterizaron la política de Menem (“Sobre la delincuencia”, “Desempleo y delito”, Escritos imprudentes, 2005 –segunda compilación de notas de Página 12-), uno de los cuales, de gran repercusión social, fue el caso Cabezas (“Narrativa policial y realidad política”, “La estrategia del cadáver”, “Un país rompecabezas”, “Pensar desde Cabezas”), Escritos imprudentes que Feinmann comenta sobre la base del desarrollo de la literatura policial y detectivesca argentina (“Narrativa policial y realidad política”). Evoca un clásico relato de criminalidad política dela década de los 60, ¿Quién mató a Rosendo? de Rodolfo Walsh, para sustituirlo por “¿Quién mató a Cabezas?”, que es un mito en la conciencia lectora de grandes sectores intelectuales e infiere que, cono en la literatura detectivesca argentina no hay policías, la literatura da cuenta de la vida… (De Grandis, 2006: 105)

            Durante el mismo periodo José Pablo Feinmann se reinstaló en el panorama literario argentino porque desde su ingreso al campo con sus novelas policiales, en 1986 publicó El ejército de cenizas dando un giro total hacia una ficción ambientada en el siglo XIX que echaba un juicio terrible sobre las guerras civiles argentinas y en 1990 La astucia de la razón le permitía hacer catarsis sobre su vida durante el Proceso, cruzada por una reflexión filosófica que trata de dar sentido a lo vivido.

            Algunos casos puntuales.
Cabezas y la continuidad del terrorismo de Estado
            Por una cuestión del tiempo acotado de una ponencia y por el espacio reducido de su escritura, voy a referirme a sólo algunos de los casos que pasaron de la noticia de tapa a la reflexión de contratapa y de allí al ensayo.
            Una de las noticias que más repercusión tuvo en esa década fue el asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas, hecho que fue seguido por la prensa con lugar destacado en las tapas durante bastante tiempo. Más allá de la noticia, la contratapa de Página 12 le permitió a José Pablo Feinman la reflexión sobre el hecho a partir del cruce entre el hecho, la relevancia periodística que adquirió y la literatura testimonial argentina.
            El asesinato de José Luis Cabezas unió a la prensa en una cruzada que superó sus diferencias ideológicas por lo que tuvo una investigación y una cobertura muy amplia que puso a los culpables en una situación en que perdieron el amparo del gobierno con el que había negociado su impunidad.
            En la tercera parte de Escritos imprudentes, José Pablo Feinmann reunió as notas de contratapa en las que especuló sobre el caso Cabezas, entroncándolo con una tradición de violencia amparada por el Estado cuyo máxima expresión se dio en la década del setenta con la Triple A y luego con los grupos de tareas del gobierno de facto. Por lo que muestra que la etapa no fue superada por la vuelta a la democracia sino que continúa presente como una forma de funcionamiento de la corrupción instalada en los aparatos del Estado que  incluyen a la Policía. La distancia entre la nota publicada en Página 12 y su reelaboración para el libro se evidencia en un comentario que hace notar la lentitud del aparato judicial para esclarecer el crimen por el tiempo transcurrido entre su publicación original y su preparación para el libro:
Entonces, si se tira hasta el final del hilo Yabrán y si en ese final lo que se derrumba es un Poder que ha hecho de los negocios turbios su estilo de existencia política, lo deseable, o, más aún, lo imprescindible será que esa Argentina sea la que ocupe el lugar vacante. (Nota: Todos sabemos, hoy, que fue exactamente esto lo que no ocurrió. Estoy terminando este libro –verano de 2002- y se cumplen cinco años del asesinato de Cabezas. Las incógnitas siguen, la impunidad también.) (Feinman, J.P., 2002: 304-305)
           
El análisis del mismo crimen le permite emparentarlo con la tradición del género policial y sus particularidades en la Argentina, que fue prácticamente definido por las novelas  testimoniales de Rodolfo Walsh y que lo llevaron a la muerte en manos de un Estado represivo. El mismo José Pablo Feinmann contribuyó al campo con dos novelas transpuestas a la pantalla con los mismos títulos, en las que no hay posibilidad de restauración del orden porque el crimen es estructural en el sistema, no es una anomalía que el detective pueda restaurar. Con lo que muestra que la literatura –lejos de ser una evasión por mundos ficcionales- es reveladora del complejo entramado social y de sus mecanismos de poder[1].

El fin de la historia y el punto final
Hacia el final de su libro de ensayos, ordenada como la “Séptima parte” está la serie que lleva por título “Después de las torres gemelas” y reúne las reflexiones en torno a la gran noticia con la que se inauguraba el siglo XXI: el ataque a las torres gemelas de New York, el 11 de setiembre de 2001.
El fin del siglo XX estuvo marcado por el fin de la guerra fría con lo que el capitalismo declaraba su triunfo y su filósofo era Francis Fukuyama que anunciaba El fin de la historia y el último hombre como su legitimación desde la filosofía. Esa etapa finalizó con el inesperado atentado ejecutado por una organización terrorista internacional que llevaba al corazón de Norteamérica una guerra que siempre pretendió mantener lejos de sus fronteras. Aunque, paradójicamente, el imperio necesita de enemigos para justificar guerras e intervenciones en distintos lugares del mundo.
José Pablo Feinmann, como conocedor de la historia y de la filosofía de la historia, aprovechó para mostrar que el Islam como enemigo ya existía en los planes norteamericanos y su mentor era Samuel Huntington, a quien alinea junto a Francis Fukuyama:
No son pensadores, son hábiles ideólogos entregados a la tare de fundamentar conflictos (o la ausencia de ellos a causa del triunfo definitivo, en el caso de Fukuyama) de una administración, de un proyecto político que respaldan en la modalidad del cuasi sometimiento. De aquí también la certeza, la univocidad de sus juicios que consiguen arrastrar a muchos, a veces a todos, a la aceptación o el rechazo, instalando una temática que la agenda política del “Occidente democrático” quiere instalar. (Feinmann, 2001; 532)

Marcándolos en su rol de funcionarios del imperio que ni siquiera llega a reconocer como “pensadores” –por no decir “filósofos”- y los califica de “ideólogos” subordinados a la política. Sin embargo, luego los asimila a filósofos de su aprecio como Hegel y Engel que en su momento también cumplieron la tarea de justificar desde la filosofía el accionar político del imperio en el que producían y, de modo análogo, también trataron de congelar la historia para tapar los conflictos latentes e irresueltos a pesar del triunfo de una de las partes en el gran conflicto internacional. En ese esquema de confrontación ideológica internacional no deja de colocar a la Argentina, aunque sea brevemente, para que el lector no pierda de vista el horizonte desde el cuál analiza el conflicto:
Analicemos; niega la posibilidad de conflictos entre países pobre y países ricos porque exige que “todo” Occidente sea un bloque. (Lo está pidiendo hoy Bush cuando dice “con nosotros o contra nosotros”. Lo está aceptando, en otra de las modalidades menemistas de su gestión, el mínimo De la Rúa cuando ofrece nuestra “colaboración” con la cruzada punitiva). (Feinmann, 2001; 534)

Lo que lo lleva a concluir en el desenmascaramiento de una falacia que puede aplicarse para evitar una oclusión en la lectura de nuestra historia que el gobierno de Menem trató de ejecutar con la sanción de la “Ley de punto final”:
Somos todos occidentales y estamos en guerra contra el Islam. Al hacerlo elimina el conflicto en Occidente. Ya no hay pobres ni ricos, ya no hay culturas diferentes, identidades diferentes. Somos todos occidentales y estamos en guerra contra el Islam. Y si no, somos terroristas, tan terroristas como los fanáticos que derrumbaron las Torres Gemelas. Videla y nuestros militares, lo mismo: uno estaba con ellos o contra ellos. Y si no estaba con ellos (condición que se extendía lasta los “indiferentes” o los “tímidos”) era un subversivo. Fue así como todos fuimos subversivos. Es así como hoy, a medida que esta locura continúe, todos seremos terroristas. (Feinmann, 2001; 535)

De modo que José Pablo Feinmann si bien analiza el conflicto internacional del momento, en ellos encuentra los argumentos para llamar la atención sobre la actualidad de los acontecimientos iniciados en la década de 1970 y que no pueden cerrarse sin esclarecerse, aun cuando una ley lo sancione.

Conclusión
El escritor José Pablo Feinmann ha realizado una tarea continua de análisis de los acontecimientos de actualidad por su trabajo en los medios de prensa escrita, caracterizados por un perfil que invita a la reflexión del lector. Su formación profesional y su experiencia personal le permitieron establecer vínculos entre esos hechos del momento relevados por la prensa como noticia del momento y su vinculación con la historia del pensamiento político. Ese modo de escribir asentado en trascender el momento e insertarlo en series de acontecimientos y pensamientos más amplios, son los que le permitieron recuperarlos de su espacio en la prensa y llevarlos al formato de libros de ensayo.
La misma temática sobre la que José Pablo Feinmann reflexionó en los diarios y revistas que luego se volcaron en libros, también se tematizaron en ficciones que se dieron a conocer en formato de novelas y películas, que son otro modo de reflexionar. Tal como lo dice Ricardo Piglia, se trata de pensar con imágenes, y esa es la única distancia que hay entre la filosofía y la literatura, que una realiza abstracciones y que la otra produce narraciones que las ejemplifican.
José Pablo Feinmann más que registrar el acontecimiento, tal como la hacen los cronistas, se detiene sobre ellos y los analiza para concatenarlos en series que amplifican su sentido.


Bibliografía
De Grandis, Rita (2006), Reciclaje cultural y memoria revolucionaria, Buenos Aires, Biblos.
Feinmann, José Pablo (2001), La astucia de la razón, Buenos Aires, Norma.
Feinmann, José Pablo (2002), Escritos imprudentes, Buenos Aires, Norma.
Fukuyama, Francis (1992), El fin de la historia y el último hombre, Buenos Aires, Planeta-Agostini.
Jozami, Eduardo (2013), Rodolfo Walsh. La palabra y la acción, Buenos Aires, Edhasa.


[1] Esa estimación que realiza J.P. Feinmann es coincidente con los postulados de Ricardo Piglia que, a partir de las lecturas que realizar de Roberto Arlt, concluye de modo similar con lo que denomina “la literatura premonitoria”.

viernes, 10 de abril de 2020

Garibaldi Pum


"E non è vero que è morto
Garibaldi, pum
Garibaldi, pum,
Garibaldi, pum."

LAS AVENTURAS DE GIUSEPPE EN TIERRAS DE NUEVO MUNDO

            Cuando era niño y recién el televisor comenzaba a ser acusado de restar tiempo y creatividad al sano entretenimiento infantil, de vez en cuando leía historias de aventuras que alimentaron mi imaginación y, más tarde, mis deseos de escribir.
            Julio Verne y Emilio Salgari fueron los maestros de la aventura que crearon paisajes exóticos en mares llenos de aventuras, con selvas pobladas de tigres a los que el héroe enfrentaba con sólo un cuchillo, para terror de sus enemigos y admiración de la mujer que pretendía.
            Luego, descubrí que la historia estaba llena de aventureros heroicos que habían realizado mejores proezas que las imaginadas por los escritores con un José “Pachi” Gorriti que mata a un tigre con su cuchillo; un Guillermo Browm que con una flota de barcos improvisados y gauchos marineros ponía en fuga a las poderosas armadas del Brasil, Gran Bretaña y Francia; un Bouchard que arrasaba los océanos de sur a norte para aterrorizar a la flota realista; de mujeres que guiaban milicias aguerridas que derrotaban a ejércitos imperiales.
            Así también descubrí que el héroe de la unificación italiana legó a la posteridad de los jóvenes lectores de aventuras un libro, su libro, las Memorias que el mismo Alejandro Dumas ayudó a corregir antes de su publicación.
            En el común de la gente el nombre de Giuseppe Garibaldi remite inmediatamente a la unificación italiana del siglo XIX; sin embargo este héroe merecedor de varias estatuas ecuestres a un lado y el otro del Atlántico participó en tantas guerras que sólo la providencia puede explicar como vivió para llegar a relatarlas en su vejez, sobreviviendo a la muerte de esposas e hijos.
            Giussepe Garibaldi fue marino de carrera y, por lo tanto, sus viajes lo pusieron en contacto con muchos conflictos en un mundo convulsionado que anunciaba el nacimiento de los estados modernos.
            El marinero profesional dio paso al líder y se embarcó en las luchas por la unificación italiana independizando reinos que estaban sometidos a otras naciones, como Austria y Francia, pero esa desigual contienda entre pequeños reinos contra grandes potencias llevaron a Giuseppe Garibaldi al exilio en América.
            Como es sabido, las luchas por las independencias de los estados americanos y la lucha por la conformación de los estados europeos estaban vinculadas a intereses supranacionales digitados por logias secretas.
            El héroe de la unificación italiana estuvo integrado a dos logias que lo llevaron a continuar con la tarea que dejó inconclusa en Italia, por ello en Brasil se unió a las fuerzas independentistas y en Uruguay se enfrentó a la escuadra naval del gobierno de Juan Manuel de Rosas que por aquellos años enfrentaba a los opositores que se refugiaban en la Banda Oriental de Uruguay con ayuda de una coalición franco británica.
            En esos ríos tan disputados -y aún hoy fuente de conflictos- fue que Bowm y Garibaldi midieron fuerzas y allí fue que nuestro gran almirante mostró su superioridad estratégica derrotando al héroe italiano y luego manifestó su grandeza dejándolo huir con sus derrotados marineros.
            La magnanimidad de Browm ocasionó que Giuseppe Garibaldi pudiera reunir a sus italianos y formar “La Legión Italiana” que defendió exitosamente la ciudad de Montevideo del asedio de las tropas leales a Rosas y después armó una nueva flota con el apoyo de ingleses y franceses con los que tomó la isla Martín García, las ciudades de Gualeguaychú y Salto.
En 1839 había conocido en Laguna, estado de Santa Catarina a Ana Maria de Jesus Ribeiro con quien se casó en 1842. Esa mujer que la posteridad conoce como Anita Garibaldi le dio cuatro hijos, Menotti, Rosita, fallecida con dos años, Tersita y Ricciotti. Lo acompañó a su regreso a Italia y en su lucha por la independencia de los reinos europeos murió a causa de la fiebre tifoidea mientras eran perseguidos por un ejército de españoles, franceses y napolitanos.
            La derrota en Italia lo llevó a un nuevo exilio por África y nuevamente a América, donde fue recibido por Manuela Sáenz, la amante de Bolívar en Perú, con lo que continuó alimentando su imagen de luchador internacional por el ideal de la independencia.
            Después de esos viajes regresó a Italia y compró la isla de Caprera desde donde retomó la guerra para unificar Italia y fue en su paso por Sicilia que conoció a Alejandro Dumas que por aquellos años estaba instalado allí y con quien cultivó una gran amistad.
            En 1861, el Presidente Abraham Lincoln invitó al ya conocido héroe italiano a formar parte de sus ejércitos en la guerra contra la Confederación separatista, conocida como la Guerra de Secesión o de Norte contra Sur, sin embargo Garibaldi rechazó la propuesta y regresó a Europa con la ambición de liberar otras naciones ocupadas como Croacia, Grecia, Hungría, pero no logró concretar sus proyectos.
            Poco después luchó en la guerra franco-prusiana para defender la ciudad de Dijon e impulsar la instauración de la república en Francia y regresó a Italia para asumir por poco tiempo el cargo de diputado.
            En 1882 falleció en la isla de Caprera dejando contradictorias imágenes a ambos lados del Alántico, para algunos fue el héroe independentista de dos continentes, para otros un pirata, esclavista, ladrón de caballos y mercenario. Tanto una como otra versión pueden encontrar asidero en sus Memorias que lo suman a los escritores de novelas de aventuras.
            Hoy la historia lo recupera en estatuas de bronce en distintas partes del mundo, pero en esta parte del globo, algunos recuerdan un fragmento de una canción cantada en rondas infantiles y que he utilizado como epígrafe.


* Lic Rafael Gutiérrez


El increíble viaje de John Carter


El increíble viaje de John Carter
Edgar Rice Burroughs (1875-1959) es mundialmente conocido por una de sus ficciones literarias que tuvo tanto éxito que se trasladó de los folletines a los cuadros de las historietas, al cine y a la televisión en sucesivas versiones de ida y vuelta, pues no hay nadie de los nacidos del siglo XX a la actualidad que no haya conocido a Tarzán, el legendario rey de los monos que con su grito concita  a las fieras de la jungla para luchar contra los villanos de turno.
Hay tantas versiones del mítico héroe que la fama de la creatura ha opacado a su creador pues si todos conocen a Tarzán, pocos conoces a Edgar Rice Burroughs por su nombre y menos por su trayectoria literaria que es bastante amplia y fundamental en el género de la ciencia ficción.
Entre sus muchas creaciones, antes que pergeñara la figura de Tarzán, perpetró otro héroe, adelantándose por lo menos dos décadas a Buck Rogers y a Flash Gordon y elevando la mirada y las mentes de los lectores hacia otros mundos en los cielos como escenarios de aventuras humanas. Su John Carter que aparece en Under the Moons of Mars en 1912 como folletín y luego compilado en libro en 1917 con el título Una princesa de Marte. El héroe interplanetario de Burroughs había comenzado su periplo peleando la Guerra de Secesión en Norteamérica y siguió sus luchas en las arenas de Marte, en el reino de Barsum.
El viaje interplanetario se resolvió más de modo fantástico que científico -en una clara transición entre el relato fantástico y el de ciencia ficción-aunque ya sus predecesores Julio Verne y Herbert Wels apelaban a los adelantos científicos y dedicaban capítulos ala explicación del funcionamiento de las máquinas novedosas. Para Burroughs el viaje de su héroe era prácticamente mágico y los seres a los que se enfrentaba parecían más bien mitológicos, dentro de lo que hoy llamaríamos “fantasy”.
Carl era un niño (1934-1996) que se fascinó por las aventuras del héroe en Marte y deseó tanto compartir ese mundo que durante tardes enteras se pasaba en el campo con los ojos cerrados y las manos extendidas hacia el cielo, esperando abrirlos y encontrarse en las rojas arenas de la aventura, pero la magia no acontecía. Sin embargo, no se dejó vencer por la frustración y con el paso de los años el niño se hizo joven y fue a la universidad donde estudió astronomía y astrofísica.
Cuando se convirtió en profesional trabajó para la NASA y participó de las empresas que llevaron las sondas Viking a Marte y las Voyager  que ahora están en los límites de nuestro sistema solar.
La ficción alimentó la fantasía de un niño y ella nutrió el proyecto de un hombre que, al cabo de los años, cumplió sus anhelos y pudo abrir los ojos en las rojas arenas de Marte.
Ese fue el legado de Carl Sagan que siempre expresó su deuda con el ficticio John Carter, su inspiración para viajar a Marte.

COMER, BEBER, PODER


En un lugar de la Argentina cuyo nombre sí quiero recordar…

            Al norte de la República Argentina hay, en un fértil valle, una ciudad regada de ríos y protegida por montañas, la que fundara un 16 de abril de 1582 el Licenciado Don Hernando de Lerma. Fue guiado hasta ahí por los nativos aliados que le indicaron que había un valle hermoso en el que el maíz crecía más alto que un hombre. Como era costumbre bautizó a la ciudad con su nombre y como referencia puso el valle de Sakta. Poco tiempo después el nombre de Lerma fue borrado por los pobladores y la ciudad comenzó a llamarse por la referencia topográfica hasta que la fuerza de la costumbre la mantuvo por el mal pronunciado vocablo cacán como “Salta”.
            El escaso poblado que rodeaba a la plaza, al Cabildo, a la Catedral y a algunas otras iglesias no obstaba para que recibiera el nombre de ciudad, aunque la mayor parte de la población se distribuía en las grandes mercedes de tierra que la rodeaban, en las que cultivaban el sustento diario: una gran variedad de papas, zapallos y calabazas, trigo y maíz, mientras que las algarrobas naturalmente regaban sus bayas de las que se alimentaban las cabras. Esos mismos frutos servían desde tiempos preincaicos para preparar la aloja que junto a la chicha de maíz y el vino -introducido por los europeos- se volvió infaltable en las fiestas sagradas y profanas.
            La ciudad –más de nombre que de dimensión- fue escenario de milagros y de enfrentamientos por la independencia de estas crueles provincias en la que hombres y mujeres de distintas etnias y procedencias marchaban de sur a norte, llevados por los avatares de las contiendas. Hasta que, entrado el siglo XX, este lejano punto en el mapa de un dilatado país comenzó a recibir a las familias que atravesaron el océano en busca de una nueva patria. La ciudad de aspecto colonial fue creciendo hacia la estación de trenes inaugurada en 1891 y hacia los ríos, con turcos, gallegos, rusos, tanos y otros gringos, cada uno delatado por sus rasgos y su acento por el uso de una lengua distinta a la materna, con sus hábitos y gustos por la bebida y la comida. Gracias a eso, pronto las mesas se enriquecieron con pastas, tartas, salsas, ensaladas, revueltos, paella, estofados y variados guisos, que desde entonces convivieron con los asados y pucheros, las empanadas, los tamales, las humitas, el locro, el guaschalocro, el api, el anchi, el tulpo, la carbonada y los picantes.

            Una ventana al pasado remoto
A principios del siglo XXI vemos a la ciudad como un conglomerado de gentes y espacios disponibles para ser descubiertos, aún en una que ya creemos conocer. Por ejemplo en el centro histórico de la ciudad de Salta, si uno da una vuelta en torno a la Plaza 9 de Julio puede encontrar la Basílica Mayor, la antigua casa de gobierno convertida en Centro Cultural América y varios comedores, cafés y confiterías frecuentados por visitantes y locales entre los que uno puede hallar músicos, poetas y artistas de distinta índole departiendo amablemente con un café o unas empanadas. Por ello es que hay una estatua dedicada al Cuchi Leguizamón, porque ese notable músico frecuentaba el lugar arduamente para reunirse con sus contertulios al mediodía.
También hay varios museos, uno de ellos, el más antiguo en una vieja construcción que data de tiempos coloniales, está el Museo Histórico del Norte,  cuyas salas nos llevan por un recorrido diacrónico que comienza con los testimonios de los primeros pobladores de la región. Esas piezas arqueológicas nos remiten al principio de los tiempos del hombre en estos valles, cerros y quebradas. A esa etapa se la llama prehistoria, porque no hay textos escritos que den cuenta de su vida cotidiana, sus creencias, sus logros y aspiraciones, sólo quedan restos de civilizaciones de otro tiempo: utensilios y modelados en cerámicas y piedras que acusan la huella de los cambios de hábitos de esos pobladores para dar origen a lo que ahora llamamos poblaciones sedentarias. Son piezas que nos refieren  los primeros momentos del neolítico hasta los últimos doscientos años de historia e invitan a la reflexión sobre el papel crucial que tuvo la comida para que la humanidad sea lo que hoy conocemos.
            El desarrollo de las grandes culturas se debió al descubrimiento de alimentos renovables y no perecederos. En ese período conocido como "revolución neolítica" -por el cambio técnico en el trabajo con la piedra- coincide con el sedentarismo por la domesticación de vegetales y animales que aseguraron la provisión regular de comida.
            Si el hombre fue nómade se debió a que debía trasladarse en dirección del alimento, ya sea vegetal o animal, que variaba según las épocas del año. Cuando la humanidad  descubrió que algunas especies podrían ser reguladas para que permanecieran y se reprodujeran en su mismo lugar, los grupos cambiaron los hábitos de la caza y recolección por los de pastoreo y cultivo.
            Como las variedades vegetales y animales son diferentes en el mundo, cada pueblo adoptó como base a aquel que se desarrollaba en su zona. El lejano Oriente adoptó el arroz, el medio Oriente y Europa domesticaron el trigo y América hizo lo propio con el maíz. Junto a estos alimentos base había otros que los complementaban permitiendo a los cuerpos crecer, reconstituirse, regular la temperatura y la salud.
            Especialmente ligadas a estas dos últimas necesidades se desarrollaron las llamadas bebidas estimulantes, derivadas de plantas cuyo valor nutritivo no era preponderante pero sí rico en otros beneficios. Europa desarrolló el vino, la cerveza se extendió por África y Europa, el chocolate fue la bebida de Centro América, la chicha y el mate de Sud América, el licor de arroz y el té se desarrollaron en lejano oriente y el anís y el café en medio oriente.
            Sin embargo las necesidades humanas no son sólo fisiológicas sino de diferentes índoles y por lo tanto son denominadas culturales. Entre ellas podemos considerar las de orden intelectual y espiritual. De allí la selección de los alimentos para distintas funciones: fiestas o celebraciones religiosas o profanas, medicinales, embriaguez por esparcimiento o ritual.
            Cubrir las necesidades de las comunidades a medida que crecían y diversificaban sus actividades ocasionó el desarrollo de los liderazgos personalizados. Esos líderes se encargaban de dirigir la producción, el acopio y la distribución de alimentos. A medida que se especializó esa capacidad, la contribución voluntaria a los depósitos comunitarios fue trocándose por un tributo a los soberanos.
            El aumento del poder de una clase estuvo ligado al conocimiento de los factores naturales que incidían en la producción de alimentos, su distribución y en su aplicación a distintas finalidades.
            La predicción del tiempo, el cambio de estaciones, la variantes en los caudales fluviales con la confección de calendarios, la construcción de silos de acopio, diques, canales y el establecimiento de medios para defenderlos (murallas, fosos, ejércitos) hicieron a sacerdotes y guerreros seres especiales sin los cuales la comunidad quedaba a merced de los enemigos: las otras comunidades o los caprichos de la naturaleza.
            El acopio de los excedentes y la capacidad para defenderlos aseguró el poder de unas comunidades sobre otras. Tomemos como ejemplo al pueblo judío que se entregó mansamente a los egipcios en un período de escasez o a los incas que montaron un imperio sobre la base de la administración de los recursos de producción y distribución.
            Si continuamos con una revisión de la historia antigua vemos  en el imperio romano un testimonio de esa relación entre alimento y control del poder en el famoso dicho latino: "al pueblo hay que darle pan y circo". Es muy ilustrativo al respecto de la importancia de entretener estómagos y cerebros para conservar el poder.
            Durante la conquista hispánica de América, buena parte del poder jesuita se centraba en la administración de la producción de alimentos que se intercambiaban entre las distintas misiones para asegurar una provisión permanente, junto al vino que era indispensable para el rito católico. Además, en la zona litoraleña y del Paraguay la producción de yerba mate permitía entretener los estómagos de los indígenas y contar con excedentes para comercializar en distintos puntos del dilatado imperio español. Práctica que quedó testimoniada en una variedad de utensilios domésticos destinados a preparar la infusión que, si bien puede beberse como un té, se consume mayoritariamente sorbiéndola con una bombilla de un pequeño recipiente que se comparte con los convidados del momento.
            Andando el tiempo, las que fueran colonias se emanciparon de su señor ultramarino y comenzaron a disputarse el vacío de poder en el que las intenciones declamadas públicamente diferían de las acciones ejecutadas en pos de asegurar el control sobre un espacio con muchos partícipes. De hecho, la simple confrontación de un mapa actual a los distintos del siglo XIX testimonian en qué breve lapso se ha transformado el territorio por cambios políticos que van desde la crisis del poder virreinal hacia 1810 hasta el primer centenario en el que la República Argentina celebró su inserción en el concierto internacional de las naciones modernas.
            Nuestra historia política registra hacia fines del siglo XIX una facción del partido conservador conocida como los "chupandinos"  porque, ante una endeble democracia, atraían a los votantes por el reparto de empanadas y vino, siguiendo de algún modo la tradición de romana entretener vientres y mentes. No en vano nuestra actual legislación electoral prohíbe la venta de bebidas alcohólicas durante los comicios.

            Una mirada al futuro
            Después de recorrer las calles de la ciudad que nos muestran los rastros del pasado en su presente, nos es propicio levantar la mirada hacia un horizonte ondulante, hecho de cerros que obligan a ver hacia el cielo con proyección hacia el futuro.
A las puertas del tercer milenio, cuando el mundo se propone globalizarse en una sola pancultura, vemos con preocupación que aún enfrenta el problema de la irregular distribución de los recursos alimenticios. Y no hablemos sólo de las comunidades enteras de países periféricos que padecen el flagelo del hambre y la sed sino dentro de países –como el nuestro- donde la producción de alimentos parece óptima pero muchos sectores sufren la desnutrición.
            En estos momentos Japón -un país de escaso territorio con una gran densidad poblacional, con una inmensa capacidad de desarrollo y que ha pasado por los flagelos del hambre- propone ante las Naciones Unidas la creación de un fondo mundial de alimentos para evitar las hambrunas que aún azotaron y azotan a la humanidad.
Tal vez ha llegado el momento en que el mundo avance hacia una conciencia solidaria del compartir.
            Después de todo, el avance de la civilización ha desplazado los mecanismos de consecución y control del poder a otras construcciones culturales que no pasan necesariamente por la producción y distribución de alimentos.

Paso revista


Todas las mañanas
me levanto, recorro
el campo santo y hago
mi prolija
nómina de huesos

En el recuento
de los de ayer
y en el descuento
de los de mañana

Me aseguro
de que no estén
los míos

Sólo entonces
vuelvo a mis
tareas cotidianas
y no sé si agradecer
o maldecir
por mi falta
en el inventario

LEYENDAS DE AYER Y DE SIEMPRE


LEYENDAS DE AYER Y DE SIEMPRE
De Lippe, Felipe Mendoza
Los bestiarios forman parte de un género casi olvidado que tuvo importacia en su momento particular de la historia de la cultura. Proliferaron como género en la Edad  Media. En ellos se catalogaban a los animales, en especial a aquellos de tierras ignotas al que los pobladores de un mundo limitado no podían acceder e iban acompañados de ilustraciones realizadas en base a los testimonios fidedignos de viajeros y exploradores.
Esos libros hechos por testimonios de viajeros daban cuenta de una fauna fabulosa en la que convivían ballenas, jirafas, dragones, pigmeos, gigantes y tapires. Con el cambio de mentalidad del mundo moderno esos caóticos catálogos cayeron en descrédito y fueron reemplazados por las rigurosas taxonomías de los naturalistas. Sin embargo, cada tanto muchos de esos seres relegados al mundo fantástico se hacen presentes en el mundo cotidiano para espanto del pensamiento positivo y racional. En el afán de conjurarlos, reaparecen los catálogos, entre los más famosos podemos citar al Manual de zoología fantástica y El libro de los seres imaginarios de Jorge Luis Borges o Criptozoología que, con un afán más científico, trata ese fronterizo mundo de lo registrado por testigos pero con falta de pruebas materiales para confirmar el testimonio.
Dentro de ese universo de seres que acompañan a la humanidad desde que es tal se instala el libro Leyendas de ayer y de siempre de Felipe Mendoza. Un libro que surgió como una sección de publicación regular, a instancias del pedido del director de la revista La Gauchita, Eduardo Ceballos. El reconocido escritor salteño necesitaba para su publicación de una sección que diera cuenta de los seres legendarios de la región, porque La Gauchita es un espacio propicio para el folklore y Felipe Mendoza acumula una larga experiencia en la investigación sobre la mitología de la región que narrativizó en la novela gráfica La leyenda del Ucumar y representó en la versión animada del mismo título.
Por lo tanto Leyendas de ayer y de siempre de Felipe Mendoza es un bestiario que se instala en el siglo XXI para dar cuenta de una amplia fauna que convive con nosotros esquivando las afirmaciones y negaciones de la ciencia, a la espera de que más testigos sigan dando cuenta de su pervivencia.